lunes, 10 de octubre de 2011

La belle época

Debe ser domingo, febrero, en el malecón Pardo (1)
la ensenada que baja a la playa llena de guijarro
bañistas en bivirí igual a atletas de medio fondo
No hay pared divisoria a la playa sino cadenas
En las gradas  se besuquean las tranquilas olas
olas de mar que no se cansan de ir y revolver

Tupido mástiles de veleros; a lo lejos, vese el faro
vese las casas coloniales techada a dos aguas
rielada de la estación y un tranvía de corriente
Al norte la dársena vacía, es día de descansar

Por el malecón semicircular pasean caballeros
bastón, saco, la popular sarita (2), tabaco en pipa
en la faltriquera del traje pañuelo de seda fina
corbata franja gruesa, zapatos blanquinegros

La losa  cada cierto trecho, estiletes enfarolados
columnas con el debido cornisamento y témpano
donde paseantes se protegen del sol del domingo
y los niños se descabritan en juegos antiguos

Una mujer tiene la mirada de espera, primer plano,
vestido en rico tejido traslucida  hermoso cuerpo
hombreras levantadas, manga corta con flecos
hacia un arbotante níveos brazos tendidos
cabello corto recogido en aparejo de cinta clara
-trama esparcida como malla sujeta hacia la nuca-
une sienes y otra cinta, esta vez color morado,
remata en  un lazo ornamentado al costado

Otra muchacha, pantaloneta blanca y ceñida
calza botines oscuros atada por pasadores
en un taburete, sentada, juega con su paraguas
viste  jubón  cinto ancho y faldilla escocesa

¡Como quisiera adentrarme en esta fotografía!
Caminar  una cuadra por la batahola del gentío
Toparme con la chica de la redecilla en el pelo
decirle  que mi amor por ella nació al verla
y hojearla en una revista de los años treinta.

 (1) Hoy balneario de La Punta 
(2) sombrero de paja


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