escondía un medio(1) o un real
en los resquicios de la pared ruinosa
de la arteria lateral
Y al entrar decía a mi abuela:
¡Abuelita, ha subido las cosas
no me ha sobrado ni un centavo!
La abuela renegando e incrédula
rebuscaba todos mis bolsillos
-me conocía que era mentirosillo-
Luego de la requisa, yo, salía a la calle
a sacar la moneda del escondite
y volaba ¡caramelos a comprar!
en la tienda de don Tito Aybar
Cuando volvía satisfecho de mi mismo
al pasar por la, casi, vacía sala
la mirada inquisitiva de Jesús me seguía:
a ambos cuartos del compartimiento
sin puerta intermedia
Su mirada implacable me seguía:
era el cuadro del Corazón de Jesús
pegado a la pared a media altura
Me seguía así me saliera al patio
por la ventana su mirada severa
Según Jesusito estaba mal lo que hacía,
incluso, me escondía bajo la mesa
atisbaba, yo, por el borde del mantel
y nuestras miradas se encontraban
Entonces, me era inútil esconder
me postraba ante el cuadro
cruzaba mis dedos y prometía:
¡La última señor, la última señor!
y salía reconfortado a la calle
a jugar trompo con mis amigos.
(1) cinco centavos de sol, la mitad del real
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