-¡Chendo, vamos al campo! me decía Silvana -venia junto a su prima Mireya-
-No puedo, tengo que hacer, disculpa- respondía
Cruzaba la puerta de mi casa, tras el bastidor amargaba mi vida ¡
"¡Ay dios- decía- la mujer mas hermosa del barrio me ruega ir al campo
Cahuide -complejo deportivo donde había piscinas, canchas de fútbol, voley , basquet
que no hacia mucho habían inaugurado- ¡Y no quería ir!
¿Qué de malo hay en salir a pasear un rato? -me preguntaba-
Y, mas aun, con Silvana por quién mi corazón se partía con una flecha invisible?
No me la había declarado pero ella como toda mujer intuía, por eso me buscaba
Ese maldito proceder me estaba quitando la alegría que merecía mis jóvenes años -decía, amargo-
De igual manera, cuando Jhony, el único universitario, como yo, del cerro -en la casa vieja-
me decía para ir a alguna fiesta del vecindario, también, le decía que no
con el pretexto de que tenia examen el lunes entrante
¿Porqué vivía huérfano de salir?
¿Porqué tenía temor asistir a una fiesta si era joven como ellos?
¿Porqué era así? me preguntaba y esbozaba diferente causas
Oía aun la voz de Mireya, su prima, menor por un par de años, tenia una criatura,
-su marido le había dejado- aun así no se amilanaba y salía a pasear
Recordaba lo que decía " Voy a llevar mi pelota de voley ¡Vamos Chendo!"
"No puedo, tengo que hacer" me disculpaba y esta frase me agobiaba
Siempre pidiendo disculpas, siempre guardando mi resquemor en mis hojas de cuaderno
Empezaba a componer unos trazos desabridos a esos veintiún años
Ensanchaba mi cara de payaso triste y huía lo mas pronto que podía
para que no me vieran descomponer mi faz como espejo impactado por guijarro
¡Que me falta por dios! me imprecaba Soy universitario- estaba en el segundo año-
Entonces, recuerdo una vez:
(Ahora escribiendo este suceso no me muestro erizado ni punzante,lo escribo sereno
Comprendí después: tenia la piel sellada al sufrimiento y de ello ya no podía escapar)
Pero aquella vez irrumpía acedo, aparecía agrío, me laceraba esa actitud
Era nuevo esa sensación de desazón en mi
- mi vista se dirigió,entonces, a los libros que leía, novelas de Hernan Hes, Neruda, Vallejo,
abjuré esos libros, me estaban poniendo así-
Los tomé como si llevara ladrillos a cada brazo Cruzé la amplia terraza del segundo piso
Me aposté al parapeto y sin contemplación los boté a la calle
Presto me cubrí tras el resguardo para que los vecinos no supieran quien los había botado
Y esperar algún cachinero se lo llevara
"¡Esos son los culpables!" repetía y me puse a llorar sin consuelo.
Fue la única vez que traté mal a mis libros.
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