hay algo que no cambia
la estridencia atiplada
del cornetín del heladero
Recuerdo, tenía diez años
bajo la sombra de la
hornacina de mi perro,
en la azotea de mi casa vieja,
en la pampa despedía la bullanga
y por la ensenada apilada de casas
uno que otro bajaba.
Hoy, viejo, en mi otra casa,
oigo el mismo colorinche
observar desde mi ventana
que me hace recordar mi niñez:
Veía ante el sol inclemente de la tarde
pocos de su casa salían
por sorber copo y barquillo
de chocolate y lúcuma
Tan corta era mi vivencia
lejano era llegar a hombre
pensaba qué oficio yo tendría;
meditaba - en la nuca las manos-
y mi perro Coki, extrañado, ladraba
dar mi primer concepto de la vida:
mi primera preocupación.
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