A 25 años: cómo fue la odisea que vivió Mauricio Macri
durante su secuestro
Fue sorprendido y capturado el 24 de agosto de 1991 por
delincuentes que le exigirían un importante rescate al poderoso empresario
Franco Macri. Conocé cómo fueron los entretelones de un hecho que tocó en
primera persona al actual Presidente
21 de agosto de 2016
Eran la 1.15 de la
madrugada del 24 de agosto de 1991. Mauricio Macri no era ni el presidente de
Boca ni de los argentinos, sino un joven conocido por ser el vicepresidente de
SOCMA y el hijo del poderoso empresario Franco Macri. Su perfil encajaba con el
del blanco perfecto para los buscas de plata fácil en épocas de poca tecnología
y auge de secuestros.
Esa noche, mientras caminaba a paso sereno y algo distraído
hacia la puerta de su casa, en Tagle 2804, una piña en la cara lo sorprendió.
Uno de los tres delincuentes lo tomó del cuello y lo empujó hacia el interior
de una camioneta Volkswagen blanca en la que lo esperaba un féretro. Macri fue
maniatado con alambre y cinta adhesiva, desvestido, encapuchado y obligado a
meterse en el ataúd donde –según él mismo relató- no podía ni respirar.
Me interceptaron, me
sacaron la ropa y me metieron dentro de un ataúd, ahí empezó todo
La camioneta arrancó y dos de los delincuentes se sentaron
sobre el cajón. Luego, fue llevado a una habitación oscura de 3×3 metros apodada "la caja" y
construida en el sótano de una casona de Garay 2882. Allí, permaneció en
cautiverio 12 días, con un inodoro químico, encadenado y escaso contacto con
sus secuestradores. Solo uno de ellos -quien se autoapodó "Mario"- lo
trataba bien y le hablaba por un hueco de 20 centímetros que había en el techo
y por el que también le pasaban comida.
"Me interceptaron, me sacaron la ropa y me metieron
dentro de un ataúd, ahí empezó todo", contó en la mesa de Mirtha Legrand
en la que reconoció que fue una experiencia horrenda porque "se sufre de
ambos lados": la familia que permanece expectante y la incertidumbre del
secuestrado. A su vez, confesó que sufrió el Síndrome de Estocolmo, es decir,
que entabló una relación de diálogo con "Mario", el captor encargado
de vigilarlo.
"Mario se asomaba por el hueco por donde me pasaban la
comida con un hilo y charlaba conmigo a las dos de la mañana, me contaba que
era hincha de Boca. Yo le conté que mi sueño era ser presidente de Boca. Cuando
mi padre pagó el rescate, fue mi peor momento porque no sabía si me iban a
matar y debatían qué iban a hacer conmigo. Y Mario venía y me decía: 'Tranquilo
que yo te estoy defendiendo'".
Según consta en la causa, Macri se sintió asfixiado cuando
fue secuestrado y encerrado en el ataúd. "Siempre vendado, me sacaron del
ataúd y me llevaron caminando por la casa. Luego, abrieron una puerta y me
arrojaron sobre una cama. Allí me colocaron unas cadenas en los tobillos, que
estaban unidas a otra sujeta al suelo", dijo entonces el ejecutivo de
Socma ante el juez Nerio Bonifati.
En el expediente figuran detalles de la habitación en la que
estuvo días a la espera de su rescate. "La caja" tenía una cadena
soldada a un perfil de hierro. Sobre el piso, había una alfombra persa. En las
paredes, dos luces empotradas con cables a la vista, un televisor, una cama, una
pileta de baño contra la pared, una mesa y una silla. Allí también estuvo
encerrado cuatro meses el empresario Sergio Meller, quien fue secuestrado por
la misma banda hasta que su familia pagó 4.000.000 de dólares por su rescate.
Macri comía lo que sus secuestradores le pasaban por el
hueco del techo en una bolsa de nylon que tiraban por un tubo. Generalmente,
era comida comprada en una rotisería de Parque Patricios. Durante esos días, se
enfermó y debió ser medicado con antibióticos. Vivio entre la incertidumbre y
el miedo a la muerte el peor manejo psicológico empleado por sus captores.
Pasados los días, hasta lo obligaron a grabar un mensaje
mientras negociaban el rescate con su padre, sin permitirle nunca cruzar una
sola palabra con él. Ninguno de los secuestradores le daba información sobre el
curso de las tratativas, pero lo obligaban a leer los requisitos de la
liberación, para luego reproducirle el audio por teléfono a Franco Macri:
"Habla Mauricio Macri, con mi padre por favor".
Los secuestradores lo
obligaban a grabar mensajes de voz para Franco Macri: “Habla Mauricio, con mi
padre por favor”
"Los secuestradores siempre se comunicaban con mi padre
a través de un grabador con mi voz. Yo hablaba con el grabador, leía por ejemplo,
los titulares de los diarios como prueba. Yo grababa las instrucciones que me
pedían. Por ejemplo, decía: 'Papá, dicen que tenes que cumplir. Que no vayas a
la policía. Contestá ahora que vas a hacer'. Mi papá respondía y ellos
escuchaban, pero nunca hablaron una palabra con él", confesó en la primera
entrevista que dio (a la revista Noticias) tras su liberación.
La mediatización del caso, incomodaba a los secuestradores
quienes el sexto día perdieron la paciencia. Como no obtenían el dinero que deseaban,
algunos querían liberarlo sin cobrar el rescate mientras que otros no pensaban
soltarlo sin al menos unos millones de dólares.
"La primera cosa que les dije es 'comuníquense rápido
con mi padre porque estas cosas, en la medida en que no haya intervención
pública, se puede trabajar de una manera. Sino se puede complicar todo'. Y
ellos me contestaron: 'No te preocupes que en 15 días hay elecciones. El
Gobierno va a tapar este tema porque le puede quitar votos'. Estaban muy
tranquilos porque en la 'chupada' no habían dejado rastros y todo les había
salido muy bien", precisó el ex presidente de Boca.
Le dijeron que iban a
liberarlo y lo metieron en el baúl de un auto. Macri tenía miedo de que lo
maten y se limitó a rezar
El 5 de septiembre de 1991, a las 21.30, alguien entró de
golpe a la habitación de Macri. Le vendó los ojos, le quitó la cadena y le dio
un jogging para que se vistiera. Lo metieron en el baúl de un auto y manejaron
durante 45 minutos. El actual presidente tenía miedo de que lo maten. Sin
conocer ningún detalle del pago del rescate, simplemente se limitó a rezar. Fue
Mario quien lo ayudó a salir del baúl del Dodge 1500 y le habló calmo. Le dio
dinero para que tomara un taxi, le enseñó cómo debía desatarse las manos y le
aclaró que solo podía sacarse la venda de los ojos una vez que ellos se fueran.
Macri caminó en dirección contraria al auto, se desató los
nudos de las manos con los dientes y esperó sentado en un cordón a que el auto
de sus secuestradores se alejara. Estaba cerca de la cancha del Deportivo
Español, en un descampado de la autopista Riccheri y Dellepiane. Tomó un taxi y
fue hasta Florida y Paraguay. Eran las 2 de la madrugada.
"Al taxista le dije: 'Hasta Ocampo y Eduardo Costa'. En
el camino comprendí que con los periodistas rodeando la casa de mi padre
convenía llamar por teléfono para que me vinieran a buscar. Le pedí al taxista
que me llevara a Florida y Paraguay, cerca de mi oficina. Desde allí llamé y me
atendió mi hermano y le dije donde estaba para que me vinieran a buscar",
precisó en una nota tras el suceso.
Allí, contó: "Me pidieron que dijera que había
brasileños en el grupo, algo que no era cierto. Y la policía, mientras
declaraba, me lo negaba y finalmente lo reconocí. Lo mismo con lo que me habían
pedido que dijera sobre el lugar donde me liberaron: querían que dijera que era
en Lomas de Zamora y al final fue detrás del Autódromo. Supongo que con esto
pensaban dar pistas falsas, por un lado bandas brasileñas, por el otro alguna
vinculación política, por Duhalde ser de Lomas".
Me pidieron que
dijera que había brasileños en el grupo, algo que no era cierto
"Me iban a liberar pasadas las elecciones. Aproveché la
relación que había logrado con Mario (uno de los secuestradores ) y le pedí por
favor que pensaran que mi padre iba a perder la esperanza y no sobreviviría
hasta el martes. Y que así no tendría sentido salir. Que si yo salía de esto
con semejante pérdida, el sentimiento iba a ser enorme y yo, como persona, iba
a ser irrecuperable. Mario se fue y luego volvió para decirme 'lo hablé con los
muchachos y decidimos que te vayas mañana (por el jueves anterior a las
elecciones)'", detalló en aquella entrevista.
Luego de hacer el llamado telefónico desde el Microcentro,
esperó a que su hermano lo fuera a buscar. Macri llegó a su casa metido en el
baúl para no ser visto por los periodistas. "Me dije: 'últimamente todos
mis viajes son en el baúl, pero este del Peugeot 605 me parece casi un
living'", bromeó en la nota periodística.
Fue en su casa donde se enteró de que su padre había pagado
dos días antes los US$ 6.000.000 que los captores le exigieron para la
liberación. Dos meses después, la División Defraudaciones y Estafas de la
Policía Federal desbarató a "la banda de los comisarios" y encontró
parte del dinero (más de 2.000.000 de dólares) que se había pagado en el
rescate. Se allanó una vivienda en la esquina de Constitución y La Rioja, donde
además se encontró el ataúd en el que habían encerrado a Macri.
Los integrantes de la histórica "banda de los
comisarios" estaba formada por un suboficial del Ejército, un ex comisario
y uno de los condenados por el caso Sivak.
__https://www.infobae.com/politica/2016/08/21/a-25-anos-como-fue-la-odisea-que-vivio-mauricio-macri-durante-su-secuestro/
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