viernes, 15 de marzo de 2019

ADOLESCENCIA OBTURADA: La hermana de Raúl


LUDITH, LA HERMANA DE RAUL


Aparte de Raúl, Ludith, la hermana turnaba
Muchachita rellena a carne, a vida, al amor
Diligente en moverse, a pesar de ser llenita
Cachetona, desenvuelta, hacedora de sonrisa
Aireaba su cabello lacio y descollaba  lozanía
Rayaba con sombras travesañas sus pestañas

A ceniza  polvo de azafrán bien coloreadas
Sus mofletes a colorete artificial sonrojadas
¡Ups! como cinta escarlata labios bulbosos
Que invitaba a cualquiera, deseos pecaminosos

Casi siempre solía usar vestido color entero
Falda encendida ensanchada y sube añadido
Dobladillo y pespunte en ondas armoniosas
Generalmente el vestido era color rosa claro 

Otras veces agua marina o rojo encendido
¡Rojo furor!, días cuando más la coreaban 

Faldita quince centímetros sobre su rodilla
Atraía miradas e insinuaciones de galanes
Ella respondía con una cara tiesa, de palo
Pero cuando los moros iban se regocijaba

Ludith, también daba ínfulas saberlo todo
Me hacía cobas como si fuera algo de ella
 –¡falsos!-, cosa que al inicio abochornaba
Aunque  interiores indefinibles despertaba

Ludith, suavemente, emanaba sus perfumes
halo vaporoso paradisiaco cuando allegaba
           
¡No me gusta que estés mirando a la Chelita!
¿Qué tiene ella que no tenga yo?, preguntaba
¡Así son todos los hombres! ¡Al diablo con ellos!
Advertía, seriamente, haciéndose histriónica

(Chelita, la ninfa de encaje del que pronto hablaré 
Frente a mi venta vendía verduras bayas hortalizas)
           
Otras veces me rogaba a voz cantante y sonante
Solo para que lo oyeran y festejaran los vecinos:

¿Chendo, a dónde me vas a llevar este sábado?
¡Quiero que te vistas como un caballerito, ah!

Y cuando la visitaba su amiga Cira Peraloca
La que vendía ovillos en madejas, tramaban
Se burlaban de mí y de la risa se mataban 
Arqueándose;  aborrecibles juntas las dos

No sabría decir por cuanto era menor de Raúl
Pero cuando me tomé la confianza con Ludith
- su pantomima, lo hacía por jugar conmigo-
Comencé hacerle capciosas observaciones
Que no es menester incendiar estas hojas

Entonces respondía alterada ¡Oe, qué dices… ¡
y me daba  golpecitos en el brazo, y se iba
que era, al fin de cuentas, lo que yo quería.

 _
autor jrosual


No hay comentarios:

Publicar un comentario