lunes, 8 de junio de 2015

Aroma a choros




 El policía me detuvo con justa razón…. Esa mañana, conducía mi auto por la Panamericana con las luces apagadas. Había olvidado encenderlas tras echar combustible. A 500 metros del grifo, un patrullero estratégicamente  ubicado era una telaraña de infractores. Cinco policías hacían cumplir la ley. La carretera era suya. Estaba en Chancay. Había aroma de choros en el ambiente
-¿Cómo arreglamos esto?, me preguntó el policía con una sonrisa
Sugerí el camino correcto. Se puso serio. Procedió a ponerme la papeleta con evidente desagrado
A pocos metros sus colegas se deshacían  de los infractores con sorprendente rapidez.  Detenían un vehículo con las luces apagadas, se acercaban a la ventanilla y en dos minutos dejaban ir al conductor. Nunca he soltado una coima. Eso quizá explica la tortura. Después de de 20 minutos, el policía no terminaba  de llenar el formulario.

-Disculpe, ese carro tampoco tenía luces prendidas ¿por qué se ha ido  rápido?, le dije señalando a una camioneta de lunas oscuras. Su colega no le ha puesto la  multa…
-¡No me distraiga. El sabrá lo que hace, déjeme trabajar!

Cinco minutos después, el policía seguía trabajando con mi papeleta
A lo lejos, sobre la pista, un hombre conducía una bicicleta en sentido contrario al tráfico y transportaba cuatro balones de gas, cual equilibrista suicida. Dos colgaban a los extremos del timón. Uno iba en el asiento de atrás. Otro en su regazo, cual bebé. Decidí alertar a la autoridad más cercana.
-Disculpe, ¿no está prohibido llevar en bicicleta cuatro balones de gas, y además, ir contra el trafico en una autopista?
-¡O se calla o me demoro media hora más! ¡Mi trabajo no es para bicicletas!

Marco Avilés

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