El policía
me detuvo con justa razón…. Esa mañana, conducía mi auto por la Panamericana
con las luces apagadas. Había olvidado encenderlas tras echar combustible. A
500 metros del grifo, un patrullero estratégicamente ubicado era una telaraña de infractores. Cinco
policías hacían cumplir la ley. La carretera era suya. Estaba en Chancay. Había
aroma de choros en el ambiente
-¿Cómo
arreglamos esto?, me preguntó el policía con una sonrisa
Sugerí
el camino correcto. Se puso serio. Procedió a ponerme la papeleta con evidente
desagrado
A pocos
metros sus colegas se deshacían de los infractores
con sorprendente rapidez. Detenían un vehículo
con las luces apagadas, se acercaban a la ventanilla y en dos minutos dejaban ir
al conductor. Nunca he soltado una coima. Eso quizá explica la tortura. Después
de de 20 minutos, el policía no terminaba de llenar el formulario.
-Disculpe,
ese carro tampoco tenía luces prendidas ¿por qué se ha ido rápido?, le dije señalando a una camioneta de
lunas oscuras. Su colega no le ha puesto la multa…
-¡No
me distraiga. El sabrá lo que hace, déjeme trabajar!
Cinco
minutos después, el policía seguía trabajando con mi papeleta
A
lo lejos, sobre la pista, un hombre conducía una bicicleta en sentido contrario
al tráfico y transportaba cuatro balones de gas, cual equilibrista suicida. Dos
colgaban a los extremos del timón. Uno iba en el asiento de atrás. Otro en su regazo,
cual bebé. Decidí alertar a la autoridad más cercana.
-Disculpe,
¿no está prohibido llevar en bicicleta cuatro balones de gas, y además, ir
contra el trafico en una autopista?
-¡O
se calla o me demoro media hora más! ¡Mi trabajo no es para bicicletas!
Marco
Avilés
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