Aquella dubitativa mujer
tenía la tremenda duda
si era posible engañarle a su marido,
más aun, cuando él llegaba a casa
le contaba las ocurrencias del día,
las ilusiones que vislumbraba para ambos
en un momento no muy lejano
Aquella dubitativa mujer
se resistía a dar mal pago,
sobre todo, en sus tardes vacias
al carnicero del mercado
que le ofrecía pasar un rato agradable
Toda templanza lo tiró por la borda
cuando al salir del Palacio Municial
al hacer pago de un tributo, una tarde,
descubrió a su marido vendiendo golosinas
vestido de payaso.
Ella se creyó no ser digna
considerarse la mujer del payaso.
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