Llegaba, el taxista, pasado la medianoche
la una, las dos, no sabia
Trabajaba hasta tarde, sin horario,
Antes de salir había dormido la siesta
tenia la noche aun para la vigilia
Todos sus hijos estaban dormidos
sin que haya quedado uno hasta tarde
Llegaba, el taxista, pasado la medianoche
la una, las dos, no sabía
Su mujer dormía en el cuarto del niño
Al poco rato, le tocaron la puerta,
retoque suave, de Celia, su mujer, lo sabía
Gabriel le abrió y la vio bonita,
en bata, cepillado su cabello largo
calzando la pantufla de su niño
con una borla cara de payaso.
- ¿No quieres que te frote el pecho? dijo
(Celia vendía potes medicinales, caseros,
en un puesto del mercado)
Enseñaba un frasco amentolado
como si posara para un comercial
"Esencia de alcanfor, clavo y menta
molle, romero y aceite de copaiba"
musitaba, mientras él en la cama se tendía
Gabriel sabia que sufría de bronquios
pero en el estío de diciembre, bien estaba,
sabia que era ingenuo y aromático pretexto
Por toda la sien los dedos de Celia untaba
luego, la nuca "Para jalar el humor" decía
"Suelda con suelda y alcanfor en esencia
de eucalipto un poquito y belladona"
musitaba la hierbera a la ves que friccionaba
Le hacia inhalar por la nariz
le frotaba el pecho, luego las piernas,
entonces, Gabriel le tomó ambas muñecas
moldeándole a su talle
y le pidió otro tipo de fricción
"Esencia de alcanfor, clavo y menta
molle, romero y aceite de copaiba,
¡Ay Gabriel! dijo, al fin. Celia, rendida
tienes tú la mejor frotación del mundo"
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