Me desperté. Tenía hambre. De la mochila de un amigo tomé, y me comí, la mitad de una barra de chocolate. Todos mis
compañeros de la excursión aun dormían. Salí de la carpa. Hacia mucho calor mas
o menos 29 a 30 grados. Ahora tenía sed. Caminé ladera abajo dejando atrás las
tres tiendas. Estábamos de excursión en
Marcahuasi. Ahí hay una piedra grande,
sola, en la explanada llamada Monumento
a la Humanidad. Di vuelta a su contorno.
Entonces, al doblar la piedra vi ruinas arqueológicas,
a su lado un valle por donde enrumbé. Me
sentía ágil y liviano, sin calor, el
cielo era celeste. Hacia la pendiente había un río, bajé, lo crucé porque tenía poca avenida de cristalina agua.
Tras el terraplén verde para mi sorpresa
vi un manto negro ¡negrísimo! inmenso Así me pareció porque metí un pie en el y
rápido lo saqué. Tiré una piedra a la sotana negra y no
boteaba.
Regresé, crucé el río y en la
ruina vi unas lucecitas. Llegué y me
topé en el pórtico con unos hombres blancos, eran altos con túnicas y
barbados y cabellos blancos. Les dije: Tengo sed.
Me dijeron, Mire atrás. Y, luego, al devolver la mirada me dieron agua. Lo tomé, un sorbo y
me sació la sed.
Les dije que estaba perdido, me preguntaron si había cruzado
el Límite. ¿Cuál límite? Pregunté. El río. Si,
confesé Entonces me amenazaron, dijeron que había visto lo que no debía ver y que por eso no me podían ayudarme.
Entonces vi la piedra grande, corrí hacia ella, la desanduve hasta que al voltear vi a mis amigos quienes me buscaban.
Espantado y entrecortado la voz les conté y no me creyeron. Rodearon la piedra,
todos, juntos, y no había nada de los
que les conté. Entonces Raúl un compañero que me animó a venir a esta excursión
dijo que todo no era más que un sueño y que yo dormía como el gallo parao.
-No era sueño insistí Yo me robé la mitad de tu chocolate,
y así fue.
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