A una vecina demasiado delgada decían:
"¡Oye, echa una papa mas al caldo!"
O, cuando ingresaba a la junta vecinal
"¿Flaca, la otra mitad no ha venido?
La molestaban mucho en el barrio.
En todas las etapas de su vida:
Niña, púber o señorita siempre fue así.
Casada, con hijo en barriga,
también le llamaban flaca
Tuvo su segundo y tercer hijo
y la vida se le fue amarillando.
Mas o menos a los trinticinco años,
una mañana, después de ducharse
notó que sus huesos se iban llenado,
al dar medio giro ante el espejo
notó que su trasero se empinaba
Lo que aceptaba, resignada, de su cuerpo
al ver su torso lleno a vida pulsante
una sonrisa elevó su autoestima.
Esa, era razón por el cual su esposo
últimamente, sexo, constante, pedía:
habíase dado cuenta, él, del cambio
Renovó, entonces, su vestuario acostumbrado:
jersey ceñido, falda sobre la rodilla,
tacos altos, cinto y bonete de igual color
Iba mas de lo común a la peluquería
Empezó cuidarse en su relación sexual
qué, ocasionaba inquietud a su marido
Ella que núnca daba pie a los celos,
ahora, discutía con su esposo por nada.
"La vida me debe algo", reflexionaba.
Porfió salir las tardes, sola, por el centro
Verificar si no estaba equivocada
Era una sensación totalmente nueva
En efecto, los hombres la piropeaban
Las bocinas de los autos chillaban ...
Tentó salir de la linea a la que fue servil
Lo había oído tanto narrar a sus amigas
"¿Qué sucederá si le hago caso a ese tipo
qué, varias cuadras está que me sigue?"
Pensó y dio el paso menos indicado:
Ese conquistador conocía su historia
sin habérselo preguntado siquiera.
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