En la quietud todo no era pueblerino, localista
había noches de luna, frescor de retama, eucalipto...
Y una melodía estraña para los vecinos
en casa del rosedal, al lado del puquial,
Su propietario Erasmo Ricra, postulante a ciego.
Vivió de niño en casa barranquina, Lima, cerca a los baños.
Un accidente vascular en los nervios del ojo
atrofió su visión y no pudieron recuperarle
Optó regresar al pueblo de su madre por corto tiempo
prometiendo volver a sus padrinos que le educaron
Pero lo que envió fue carta del adiós, adiós al mundo
Quería unirse a su madre, viuda, sola y anciana.
En casa del rosedal blandía música sustancial
bella nota profunda emanaba del violonchelo:
Introito de La sinfonía nueve en mi menor,
Sinfonía de Nuevo Mundo de Antonin Dvorak
En el piso alto de la casona que daba a rosedal
cerca a la ventana, frotaba las cuatro cuerdas al arco
Sentado, sujetaba entre piernas el instrumento
Debajo, el patio posterior de la casa
con el rosedal en primer plano
sus flores de rojo encendido, intenso, perfumaba
Al fondo, la pared blanca de plantas arbustivas
tallos largos, trepaban, en toda la frontera;
lindaba con el cerro-apu que al pueblo protegía
y reverberaba, en la noche, al claro de luna
Daba paso, después, al concierto para violonchelo
a Ursula, su madre, le parecía antesala al cielo
Vieja, viuda, no tenia ingreso mas que dar "en compañía"
sus chacras para otros y recibir algo a cambio
Ni ella ni su hijo podían dar brazada en el campo
Los años la doblaban, de poca cosa se cansaba
Solo quería ver casado a su hijo, ver su primer nieto
Tenía una joven de ayuda, hija de vecina caritativa
La estimulaba oír cuando su hijo tocaba el chelo
Las dos quedábanse absortas tratando decifrar
aquella sonata traída de ciudad cosmopolita
"Ve! -dijo la madre- debe tener frío, arrópale con la manta"
Animaba la madre a la muchacha subir al piso alto
Quería, en el fondo, se enamorara de su hijo, casi ciego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario