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XXVI
Con Solina había viajado por
el mundo
Pero no al oriente de su
propio país
Quiso un poco andar antes de
volver
Donde nunca sus pies habían
pisado
-Volver solo, ¡qué
tal la fregada!-
Todo supuso menos, eso, deparado
O tal vez donde morir iba en
busca
Porque el mundo volteado le había
A pesar, la ceja de selva
peruana
Es de un color variopinto y
vivo
Le parecía a Risser un tono
bajo
Todo a penumbra a castaña
molida
Do si estuviera en una nube
podía ver
Despeñados ríos iniciaban tomar cuerpo
Para perderse haciendo eses
en el fondo
Por intuición buscaban el río
mayor
Y éste buscaba donde estaba el
mar
Risser buscaba el habitué de
las pirañas
a que lo cuadriculen a mínima
expresión
¿Venir de lejos para hacerse
pedacitos?
No era de su gracia, si
quería morirse
Morir entero con un ataque al
corazón
¿O colgarse de un árbol? Tampoco le sabía:
Habiendo miles pasaría
desapercibido
A pesar, la vista empañaba el
paisaje
Acuarela a todos los verdes,
y los pájaros
Acompañaban la mañana con su
canto
Anduvo dos kilómetros fuera
de la ciudad
No una posada sino un perenne para irse
Halló unas cabañas estilo europeo tirolés
En la frondosidad de la
quebrada
Miradores -contemplación a
ensueño-
Oía murmurar los saltos del
agua
No estaba lejos pero no veía solo
oía
Un molino de madera diablo fuerte;
Al fondo sobre una senda de
flores
Un funicular acerado para dos
personas
Y de a poco, lo que quería
iba olvidando
Las casas mayormente a madera buena
Teniendo a mano miscelánea de
troncos
Ciprés cedro tornillo hasta el
chontaquire
¿Por qué no es de animarse
radicar aquí?
Por eso tienen la primera
planta alzada
Sobre el nivel del suelo
gruesos pilotes
Impidiendo la crecida inunde
la casa,
O los insectos y bichos la
invadan
Al regresar a la ciudad, tarde, quería
con Solina estar en ese mercado
, cuyo
techo a calamina todo el
perímetro cubría
Por el poniente cortina alfombrada,
y por la otra
un cielo celeste con sus nubes
blancas
que tornarán a gris oscura, y
nada raro sería
suave día irrumpa ímpetu aguacero
qué
hará cantar las calaminas
como timbalera
De colofón, sobre la nave de
una iglesia
-diseño austro prusiana- un
arco iris
como halo divino que le decía a Risser
se olvidara por su bien de
ideas grises
porque a pesar de todo la
vida es bella
Preguntando podría dar con la casa del
Señor Portocarrero, ingeniero forestal
suficiente dato en una pequeña ciudad
-podría-, pero de esa forma no quería.
jrosual
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