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-Si te hubiese respondido –al empezar- de buenas a primeras: te
quiero ¿Qué sensación te arribaría? Sería casi permanecer en lo mismo como segundos
antes que lo preguntaras.
Porque –tácito- lo que tu oído no oye lo rutinario tu corazón se asusta al silencio. Al escindir la duda, tu alma
encabrita, despierta y responde vehemente
a la duda. Deja de lado la presunción y estás en un cruce de caminos sin poder
elegir. Se enciende todas las pajuelas de tu alma y ora estás
en duda si lo apagas bruscamente, todas,
o una por una. Vas sofocándolas con tus deditos y analizándola.
No siempre necesitamos digerir
sabrosos potajes. Se necesita un brebaje amargo que despierte los cuerpos dormidos del organismo y del
alma.
-Debes comprender, Telmo, soy joven y en estas artes de amar no
tengo la comprensión inmediata, por
eso me desacomoda cómo respondes, además, fue una pregunta casual que te hice. Si tú
estás enredado en pensamientos debes
discernirlo en tu casa pero a mí respóndeme en una palabra concreta ¿Me quieres
o no?
-Estoy en proceso de quererte.
Si uno alcanza el cielo donde todo es felicidad y vivirla por siempre,
así, al no haber desdicha no habría
patrones de comparación entonces: no sería felicidad. Para dar calificativo de feliz se
necesita al infeliz y al no haber éste
no cabría lo primero; y el cielo así hasta la eternidad ...sería aburrido.
La cosa no es alcanzar el
sentimiento sino estar en proceso -en mi caso- proceso de quererte.
-Si tendríamos un hijo ¿tu
proceso acabaría? ¿Cómo lo verías?
-El proceso mejoraría,
seguiría creciendo aun cuando tengamos más hijos ¿no te parece lógico?
Los ojos de Flor se achinaron, alargaron a sus sienes, pensó que el cabo de
su flor estaba desecho por más riego que reciba, no encendería más.
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