Zeli
llega a mi cuarto de noche cuando estoy acostado. Trae algunos
documentos. Se mete a la cama. Conversamos.
¡Que
cree -dice fastidiada- que por diez dólares más voy a seguir trabajando hasta
tarde, no, ya no!
Y,
conversamos cosas más. Me
levanto. Coloco cajas de ropa encima de otra con un pequeño espacio contra la pared –ella es
delgada-tal que si llega mis padres –han ido a un compromiso- ella se esconda
tras la provisional mampara.
Despierto.
Otro
sueño más con Zeli.
Ya no
puedo dormir.
Prendo
la televisión, quisiera me mandara un mensaje -telefonema -del más allá.
Pero no hay nada.
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