¡Qué sueño tan horrible! Un gato no podía
cerrar su hocico y barbotaba espuma blanquecina, también por la nariz. En
mi confusión, por ayudar al animal, con una mano tomé la cabeza y con la otra,
la barbilla, dispuesta a juntar ambas, cuando, al hacerlo sonó un ¡crac! espantoso.
Y el gato volvió a cerrar el hocico y
saltó de mi cama donde estaba. Luego volví la mirada hacia el cuadro de la
virgen, encima de mi cabecera y ésta también tenía la boca abierta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario