Con
mucho interés he visto la bella película Mar Adentro estrenada hace poco en
Argentina y he leído muy atentamente el interesante libro Cartas desde el
Infierno (Planeta), en el que Ramón Sampedro publicó sus escritos, hace ya
siete años. Es difícil dejar de conmoverse o de involucrarse
en el tema central propuesto por Ramón Sampedro: “derecho de elegir la propia
muerte”.
Ante la invitación de Intramed a introducirnos al debate he redactado algunas notas sobre la situación del paciente y para luego establecer algunos comentarios míos, en una segunda parte.
Ante la invitación de Intramed a introducirnos al debate he redactado algunas notas sobre la situación del paciente y para luego establecer algunos comentarios míos, en una segunda parte.
SITUACION
Nacido
el 5 de enero de 1943, Ramón Sampedro era un joven que pleno de libido,
energía y esperanzas disfrutaba de su amada libertad. A los 19 años como
mecánico de barcos dió la vuelta al mundo conociendo la vida, los amaneceres y
el amor de mujeres.
Pero un accidente sufrido el 23 de agosto de 1968, lo dejó tetrapléjico a sus 25 años de edad, en un desliz impensable para él. “Había mar de fondo. Hacía resaca en la costa. Estaba de pie al borde del pozo natural que formaban las rocas de la playa. Ensimismado, pensaba en el compromiso de la noche. La chica me iba a presentar a sus padres. Creo que me estaba entrando el temor a la idea del compromiso matrimonial. Sin saber cómo me ví cayendo hacia el agua. No me había lanzado voluntariamente”.
Pero un accidente sufrido el 23 de agosto de 1968, lo dejó tetrapléjico a sus 25 años de edad, en un desliz impensable para él. “Había mar de fondo. Hacía resaca en la costa. Estaba de pie al borde del pozo natural que formaban las rocas de la playa. Ensimismado, pensaba en el compromiso de la noche. La chica me iba a presentar a sus padres. Creo que me estaba entrando el temor a la idea del compromiso matrimonial. Sin saber cómo me ví cayendo hacia el agua. No me había lanzado voluntariamente”.
En
otro lugar del libro amplía que “el día que me tiré al mar – más bien me caí-
estaba pensando, precisamente en el otro amor, en uno que había durado 22 días
justo. Ella tenía 18 años y yo 24. Hacía casi un año, en un pequeño puerto de
Fortaleza (Brasil). Comparaba aquel amor de marinero, loco, libre, si ningún
prejuicio moral, con éste de ahora, honesto y atemorizado por perder el virgo y
pensaba en que si tenía que cenar en compañía de su familia aquella noche. Si
te digo la verdad, tenía dudas sobre si dejar plantada la formal cena de
compromiso, esposa y cadenas, y largarme al Brasil donde las putas no cobraban
tarifa”.
Son
relatos de Ramón quien previo a caer y quebrar su columna vertebral en C7, se
hallaba ensimismado en pensamientos plenos de instintos, deseos,
prohibiciones y prejuicios; carenciado de aquella conciencia activa con la cual
fundamentará luego, su firme posición de querer matarse.
“Uno quiere levantarse…y tomas conciencia de que eso nunca jamás podrá ser”. “¿Qué son dos metros? Es poder ir hasta ti y tocarte. Es una quimera, es un sueño”.Su preciada libertad desaparece, al quedar su alma atrapada en particular cárcel: “cadáver, del cuello para abajo y con una cabeza sensible y racional para arriba” y con una inmovilidad eterna que le impiden cubrir esas distancias tan mínimas para cualquier persona sana, como desplazarse… sentir con la piel…
“Uno quiere levantarse…y tomas conciencia de que eso nunca jamás podrá ser”. “¿Qué son dos metros? Es poder ir hasta ti y tocarte. Es una quimera, es un sueño”.Su preciada libertad desaparece, al quedar su alma atrapada en particular cárcel: “cadáver, del cuello para abajo y con una cabeza sensible y racional para arriba” y con una inmovilidad eterna que le impiden cubrir esas distancias tan mínimas para cualquier persona sana, como desplazarse… sentir con la piel…
Sin
ninguna posibilidad de fuga de la prisión de su cuerpo “atrofiado y muerto”,
Ramón Sampedro no puede huir de sí mismo, ni tampoco logra adaptarse
mentalmente a la decepción de su coartado proyecto de vida.
Dada su incapacidad física debe depender del esfuerzo de otros, para sobrevivir. Rechaza la silla de ruedas pues “Aceptar la silla es aceptar la apariencia de persona, cuando no se es más que una cabeza”. Su intolerancia psíquica y singular concepto de dignidad le ocasionan una profunda humillación, con un nivel de sufrimiento del cual dice no poder liberarse. También expresa que “¿De qué sirve que se conserven en la memoria intactos todos los sentimientos, fantasías y pasiones intrínsecas a todo ser humano, si sólo sirven para atormentarme con deseos que jamás se podrán realizar?”
Dada su incapacidad física debe depender del esfuerzo de otros, para sobrevivir. Rechaza la silla de ruedas pues “Aceptar la silla es aceptar la apariencia de persona, cuando no se es más que una cabeza”. Su intolerancia psíquica y singular concepto de dignidad le ocasionan una profunda humillación, con un nivel de sufrimiento del cual dice no poder liberarse. También expresa que “¿De qué sirve que se conserven en la memoria intactos todos los sentimientos, fantasías y pasiones intrínsecas a todo ser humano, si sólo sirven para atormentarme con deseos que jamás se podrán realizar?”
Así
instala su morada en el infierno. Infierno por no poder agradecer con una
caricia de su mano o no poder expresar el amor a una mujer como desearía.
Y plantea que como no es posible regresar atrás, dice que sólo le queda
terminar una existencia que no encaja dentro de las leyes de su razón,
con una finalidad: evitar el dolor. “Cualquier ser humano adulto tiene
responsabilidad y autoridad para obrar en conciencia sobre su sufrimiento
personal. La eutanasia voluntaria es una forma de ayudarse a uno mismo, de
caridad o dignidad bien entendida”.
Dada su imposibilidad de llevar a cabo por sí mismo el acto de su muerte racional, voluntaria y libre, Ramón Sampedro recurrió en abril de 1993 a la justicia española para que ésta le respondiese sobre la persona que le prestase ayuda en colaborar con él, no sería sancionada judicialmente. “Lo único que tienen que juzgar aquellos que le niegan a la persona el derecho de ser dueña y soberana absoluta de su propio cuerpo, de su vida y su muerte, es si el acto de terminar su vida, libre y voluntariamente, atenta contra algún derecho o libertad de otra persona. Eso sería dignificar al ser humano”. “Yo no demando la legalización de la eutanasia, sino un derecho y una libertad personales….”
Haciéndose único responsable de sus actos, el 12 de enero de 1998 decidió poner fin a su vida de la forma en que él la consideró más digna y racional, documentando su muerte mediante una cámara de video.
Dada su imposibilidad de llevar a cabo por sí mismo el acto de su muerte racional, voluntaria y libre, Ramón Sampedro recurrió en abril de 1993 a la justicia española para que ésta le respondiese sobre la persona que le prestase ayuda en colaborar con él, no sería sancionada judicialmente. “Lo único que tienen que juzgar aquellos que le niegan a la persona el derecho de ser dueña y soberana absoluta de su propio cuerpo, de su vida y su muerte, es si el acto de terminar su vida, libre y voluntariamente, atenta contra algún derecho o libertad de otra persona. Eso sería dignificar al ser humano”. “Yo no demando la legalización de la eutanasia, sino un derecho y una libertad personales….”
Haciéndose único responsable de sus actos, el 12 de enero de 1998 decidió poner fin a su vida de la forma en que él la consideró más digna y racional, documentando su muerte mediante una cámara de video.
COMENTARIO
Ramón
Sampedro era un enfermo tetrapléjico irreversible para las condiciones de
conocimiento científico de dicha época, que había venido soportando las
secuelas físicas de su accidente, con un profundo dolor psíquico. No era un
paciente terminal. Las articulaciones médico-legales no siempre pueden dar
respuestas satisfactorias a las intangibles dimensiones del padecimiento
psico-existencial de una persona.
Cuando Ramón Sampedro sufrió el accidente, no tenía la intención conciente de autoagredirse. De su relato se infiere que al momento de zambullirse en el mar, sus pensamientos estaban ocupados por el conflicto de cumplir la formalidad de presentación ante los padres de su novia, en contraste con el recuerdo de aquella otra joven muchacha con la cual estuvo vinculado amorosamente y sin ningún tipo de formalidades.
Fue muy elevado el precio que sufrió por haberse arrojado a las aguas sumido en la intensidad de sus conflictivas ambivalencias vinculadas a prohibiciones y deseos, sobre sexualidad y futuro, sin tomar las precauciones habituales: el costo de una irreversible tetraplejía que entre otras consecuencias, produjo la anulación de sus aptitudes sexuales. El dialecto de la castración genera múltiples efectos...
Cuando Ramón Sampedro sufrió el accidente, no tenía la intención conciente de autoagredirse. De su relato se infiere que al momento de zambullirse en el mar, sus pensamientos estaban ocupados por el conflicto de cumplir la formalidad de presentación ante los padres de su novia, en contraste con el recuerdo de aquella otra joven muchacha con la cual estuvo vinculado amorosamente y sin ningún tipo de formalidades.
Fue muy elevado el precio que sufrió por haberse arrojado a las aguas sumido en la intensidad de sus conflictivas ambivalencias vinculadas a prohibiciones y deseos, sobre sexualidad y futuro, sin tomar las precauciones habituales: el costo de una irreversible tetraplejía que entre otras consecuencias, produjo la anulación de sus aptitudes sexuales. El dialecto de la castración genera múltiples efectos...
Alguien
como Ramón, que hasta rechaza la silla de ruedas para mejorar su incapacidad
motriz, ¿cómo elabora en el plano emocional, la pérdida de la posibilidad de
amar-ser amado? Las descripciones poéticas que sobre el deseo y el amor
ilustran sus poemas en su libro Cartas desde el infierno, Planeta (2005) y tan
bellamente reflejadas en la película titulada Mar Adentro estrenada en España
el 3 de septiembre de 2004 y dirigida por Alejandro Amenábar, dan cuenta
de las pasiones que albergaba en su condición narcisista herida e influyendo
posiblemente hasta anular, su instinto de vida. Se reabre el debate sobre el
derecho a elegir la propia muerte.
El
suicidio desde la teoría psicoanalítica es una violencia en la que se combinan
en la misma persona, un asesino y un asesinado; lo cual puede suceder cuando
los impulsos autodestructivos exceden los constructivos, ante pulsiones
neuróticas en conflicto. Suicidio que alude a la existencia de
motivaciones inconscientes que expresan la tendencia a la
destrucción; en fantasías como evasión, escapar, dormir, renacer a nuevas vida,
liberación, dicha, paz eterna, control hostil, omnipotencia, venganza, castigo,
reunión con seres amados, conmover a otros, rehabilitación de prestigio y
honor, aniquilación. Ramón Sampedro plantea su derecho de morir como parte del
deseo de la reacción narcisista de no sufrir; como un renacer en búsqueda
de otro equilibrio, a fin de superar el dolor y el miedo. Como la flor de
Narciso que describen los mitos, en recuerdo de aquel que murió abrazado a su
imagen.
Por
otra parte, la presencia de ciertos rasgos de carácter como tenacidad, ambición,
internalización de pautas culturales e ideales de vida, pueden ser factores que
unidos a la intensa decepción por la enfermedad terrible, impidan los duelos
psicológicos adecuados ante el trauma instaurado. Los sentimientos de ruina así
construídos pueden promover el acto suicida de una persona, de donde surge la
pregunta derivada de las dramáticas circunstancias que le tocaron vivir a
Ramón Sampedro ¿cómo pueden haber influido en su irreductible posición de
desear la muerte, sus rasgos de carácter y planteos subjetivos entremezclados
con planteos de conciencia moral?
FINALIZARÉ diciendo que el entrecruzamiento de los
principios bioéticos de Autonomía, Beneficencia y No-maleficencia disponen de
conceptualizaciones multidisciplinares, a los que deben ser aportados los
recursos del Psicoanálisis y de la Salud mental en general, pues la conducta humana
también está condicionada por factores que van más allá de la dimensión
de tangibilidad del cuerpo.
Por ello pienso que el debate sobre Eutanasia y Suicidio asistido orientado hacia los límites de la libertad de elección de los individuos, deben contener dichos puntos de vista integradores, a fin de recrear verdaderamente el espíritu de la Bioética.
Por ello pienso que el debate sobre Eutanasia y Suicidio asistido orientado hacia los límites de la libertad de elección de los individuos, deben contener dichos puntos de vista integradores, a fin de recrear verdaderamente el espíritu de la Bioética.
( * ) Dra. Alicia Losoviz
§ Miembro Didacta de la Asociación Psicoanalítica
Argentina
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