domingo, 10 de mayo de 2015

El niño orate




Aquel niño torcido de razón
cuando la calentura le avivaba
por la ventana cuadernos de escuela botaba
ropita nueva del nené, su hermano menor,
la bola de cuero de su hermano futbolista
peor aun, las alhajas de mamá
que en un cajón del ropero
guardaba sus cosas de valor

La ropa interior del padre también lo botaba:
calcetines, trusas percudidas
que ni un transeúnte  recoger quería

El niño torcido de entender
gozaba mirando los ajuares caer
las revistas crepitar sus hoja al caer al vacio
recibos de luz, de agua,  planear por el viento

¿Porqué no lo internan? aconsejaban  los vecinos
Hasta ésa era la idea del marido
que se había quedado sin ropa de cambio
Pero la madre se encolerizaba
cuando le sugerían esa alternativa
abrazaba a su niño y amenazaba
a quién persistía en ese clamor:
¡Nadie de mi niño me apartará!

Había mandado confeccionar  una malla menuda
para la ventana, solo entraría la luz al cuarto
situado en el piso tercero de un viejo edificio (1)
Los adornos frágiles los guardaba en alto
el uso de utensilios cortantes obviaba
alfombrada su piso contra sus  caídas,
a pesar de su pobreza, de eso se preveía

Cierto día del mes de mayo, por la tarde,
vi a la madre volver con prisa del mercado
algo malo le anunciaba el corazón
era su culpa haberse demorado
Encontró al portero que recogía su ropa nueva
antes que la gente se lo llevara
Oyó el grito gutural de su hijo en la azotea
¿Qué pasó, Dios mío?, preguntó
¿Cómo lo botó si la ventana está tapiada?
Mientras, presurosa, subía escaleras arriba;
el portero y yo -que había salido almorzar-
seguimos a la vecina, a la vez que
el portero detallaba, entrecortado y agitado:
Su hijo ha sacado un cesto lleno de ropa
ha subido a la azotea y por el parapeto
ha estado botando sus cosas
-y, tras el sofoque por las gradas, seguía-
Los vecinos al enterarse lo han inmovilizado

Al llegar la madre vio a su hijo gritando
haciendo esfuerzo por zafarse de la atadura
que dos muchachones trataban impedirle

¡Dejen a mi hijo, gritó la madre, déjenlo!
¡El no sabe lo que hace, déjenlo,
al final, son mis cosas no de ustedes!

Y, libre, se prendió a los brazos de su madre
y ésta entre sollozos le oímos decir
¡Efraín, hasta cuando, hijo, hasta cuando!
Sigiloso me retiré de aquel cuadro conmovedor

Reparé que al día siguiente era Día de la Madre
y en silencio le dije a esa noble mujer:

¡Feliz Día de la Madre, hermosa mujer,
y que Dios te recompense en tus otros hijos!

(1) mi tienda situado en el primero

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