cuando
la calentura le avivaba
por
la ventana cuadernos de escuela botaba
ropita
nueva del nené, su hermano menor,
la
bola de cuero de su hermano futbolista
peor
aun, las alhajas de mamá
que en
un cajón del ropero
guardaba
sus cosas de valor
La ropa interior
del padre también lo botaba:
calcetines,
trusas percudidas
que
ni un transeúnte recoger quería
El
niño torcido de entender
gozaba
mirando los ajuares caer
las
revistas crepitar sus hoja al caer al vacio
recibos
de luz, de agua, planear por el viento
¿Porqué
no lo internan? aconsejaban los vecinos
Hasta
ésa era la idea del marido
que
se había quedado sin ropa de cambio
Pero
la madre se encolerizaba
cuando
le sugerían esa alternativa
abrazaba
a su niño y amenazaba
a
quién persistía en ese clamor:
¡Nadie de mi niño me apartará!
Había mandado
confeccionar una malla menuda
para
la ventana, solo entraría la luz al cuarto
situado
en el piso tercero de un viejo edificio (1)
Los
adornos frágiles los guardaba en alto
el
uso de utensilios cortantes obviaba
alfombrada
su piso contra sus caídas,
a
pesar de su pobreza, de eso se preveía
Cierto
día del mes de mayo, por la tarde,
vi a
la madre volver con prisa del mercado
algo
malo le anunciaba el corazón
era
su culpa haberse demorado
Encontró al
portero que recogía su ropa nueva
antes
que la gente se lo llevara
Oyó el
grito gutural de su hijo en la azotea
¿Qué pasó, Dios mío?, preguntó
¿Cómo lo botó
si la ventana está tapiada?
Mientras,
presurosa, subía escaleras arriba;
el
portero y yo -que había salido almorzar-
seguimos
a la vecina, a la vez que
el
portero detallaba, entrecortado y agitado:
Su hijo ha sacado un cesto lleno de ropa
ha subido a la azotea y por el parapeto
ha estado botando sus cosas
-y,
tras el sofoque por las gradas, seguía-
Los vecinos al enterarse lo han inmovilizado
Al
llegar la madre vio a su hijo gritando
haciendo
esfuerzo por zafarse de la atadura
que
dos muchachones trataban impedirle
¡Dejen a mi hijo, gritó la madre, déjenlo!
¡El no sabe lo que hace, déjenlo,
al final, son mis cosas no de ustedes!
Y,
libre, se prendió a los brazos de su madre
y
ésta entre sollozos le oímos decir
¡Efraín, hasta cuando, hijo, hasta cuando!
Sigiloso
me retiré de aquel cuadro conmovedor
Reparé
que al día siguiente era Día de la Madre
y en
silencio le dije a esa noble mujer:
¡Feliz Día de la Madre, hermosa mujer,
y que Dios te recompense en tus otros hijos!
(1) mi tienda situado en el primero
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