El autor, tercera fila derecha, sor Antonieta a la izquierda, la hermana María, atrás, arrodillada, de negro. |
Cuando llegó el día para la comunión
A magna eucaristía en nuestra iglesia
Adelante nos -en los primeros bancos -
Las miradas todas caían
en nosotros
Azucenas blancas fronda paniculata
rosa blonda atada con su mecate
-Velones blancos- espiga de trigo
Olor a lirios blancos
crisantemos
Tanto la iglesia como la egregia aula
-al regresar- vimos
bella y hermosa
No pasábamos de quince comulgados
Todos quedamos harto
asombrados
Parecía la mesa de un césar romano
-manjares diversos:- tortas heladas
Gelatina en campotera de vidrio, dulces
Alcores de higos uvas y melocotones
La auxiliar María hacía de nomenclátor
Nos indicaba donde debíamos sentarnos
Consistía la fércula a servir en varios platos
Rodajas jugosas de pavo lechón y jamón
Las hermanas de la caridad nos
gratificaba
Recibir en nuestro corazón
al niño Dios
por el sopor octavario de preparación
premio a varios días anteriores de ayuno
Por ratos salíamos a la losa a jugar
y regresábamos por más bocaditos
Hacíamos lo que queríamos ¡Maravilloso!
La sor y la María no
nos decían nada
Luego entraron las personas mayores
Mientras apurábamos
el chocolate
Ellos brindaban el buen vino moscato
Y así pasó ese día de grato recuerdo
Que, luego, en otros colegios públicos
no miré igual espíritu a tal celebración
Hasta me pareció no
haberlo vivido
que fue producto más de raro sueño.
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