De Poemario La virgen del Rosario
Saliendo de la hoyada
Cuando el
minivan llegó a la esquina de la hoyada
Al pueblo de
Cochas, último mirador de la hondonada
Por el terruño
en silencio se esparce una lágrima
Tras unas curvas
más ya no se verá la verde cuenca
Ni los andenes verde
olivos de los antepechos
Ni los árboles
del camino dando sombra al arriero
Ni la barba
blanca del agua en la rajada del relieve
Ni los miradores
en los cantos de los pueblos
Ni los espigados
campanarios de sus iglesias
Ni la hierba
forrajera, ni los montículos de segancho
Ni la quema de
pajas difuminando humareda
Ni las cruces
grandes en lo alto de los cerros
Ni el cerro
blanco –minero- de Yauyurco:
Sobre el
pueblito extremo de Malleuran
(Cuentan sus
poblanos en luna llena jagua
Un robusto toro
desparramando oro y plata)
Ni la pampa de
Urcos útil para concentraciones
-Aunque ella se
visualizará de vez en cuando
Ante modulaciones y recodos de la carretera,
Será lo último,
por fin, nos recuerde el consuelo -
Tampoco se verá
el pueblo de Huañec acoger
Los últimos
rayos del sol mientras abajo umbría
Así como va mi
salud -dirá mi compañero de asiento
Que le noto
sumergido en pensamiento silencioso-
Tal vez no
vuelva más a la tierra que le vio nacer
Mi colega que
sumergido le veo en su cavilar:
Y no vuelva, las
dos canaletas de la plaza, a ver
A metro y medio
sobre el lado que sube a Macaya (1)
Nulas, porque
fueron hace tiempo cercenadas
Incluso, cuando
era niño ya estaban mochadas
Y cuando seguramente
Aniceto preguntó a su padre,
le dijo éste que
así lo halló también
-Se arguye,
evidentemente, por ahí, fluía el agua potable
que abastecía a
los primero nativos de Huañec (2)-
No verá los
ornamentos de su iglesia donde rezó
Ni los pajonales
cerca al pueblo donde, en tardes
De regreso, con
una del lugar, le nacía el amor
¿En que piensa
amigo Aniceto?, le despercudo
Entonces sus
labios delgados en su emboque grande
Forman la
sinuosidad de una sonrisa
Pero como no me quiere
confesar su interior
Calla un
segundo, se acuerda de algo y por fin dice:
Te cuento un
caso curioso, Danfer, mi amigo
Para evitar pensar esta pendiente abismal que se
viene:
Huañec organizó
un tour de la tercera edad
(Como suelen
hacer los distritos de Lima)
A este pueblo de
Cochas a fin de relacionar
Manejé una couster el año pasado, y llegamos,
Tanto fue el desgano de los pares respectivos
Que nadie se
acercó a la plaza darnos la bienvenida
De un rato,
apareció un cristiano y preguntamos
¿Qué, de los
ancianos de Cochas? ¿Dónde paran?
Respondió,
zumbón: todos en el cementerio yacen
*
Con la confianza
que me ha ganado
como si me
conociera muchos años
Replano: Ya que
de la tercera hablamos
Yo más cerca,
usted a varios años luz
En la plaza de
Huañec pasé un bochorno:
Sin ambages me
decían estaba viejo y acabado
¡Cierto!, no me
pinto las canas
Ni tuve tiempo
alinear las guías
(En último
minuto decidí viajar
cuando mi cuñado
desistió venir)
Terco yo, no me
tiño ni voy al rapabarbas
Por una promesa
que me hice a mi mismo
No hacerlo,
hasta que obre mi vida un cambio,
¡cambio radical
que me cambie completo! Entonces
teñiré mi pelo,
depilaré mis bigotes blanquinegros
Pero aquél mudar de aires ¡ay! no me llega
Y no me
preguntes que este viaje lo era,
No, así me fuera
a la torre Eiffel o al canal de Venecia
No, quiero
ahorcar los hábitos del abatimiento
Cambiar la
casaca por otra nueva
Y no me
digas que mi casaca te gusta
No, quiero en
pocas palabras ser otro hombre
(Cheto quiso dar
su opinión al respecto
Pero le atajé
continuando la conversación)
Te cuento En el
corro de plaza, no vi un conocido
¡Que iba haber
sin un montón de años no vengo!
Por no pasar de
apocado ó sujeto solitario
Y estar propenso
que me allanen una chapa
(El mote en
Huañec pesa más al nombre de pila
Si ¡fíjate! al flamante
alcalde le apodan Gato seco)
Me presento y les
digo Soy hijo de fulano de tal;
Me dicen,
arteramente: Debe ser de su soltería
Teníamos
entendido que tu padre, que de dios goce,
Tenía solo tres
hijos A usted recién lo conocemos
No me cayó bien
esta respuesta y casi exploto
Respondí: ¡De
padre y madre somos todos mis hermanos!
Resistiéndome a
no protestar a palabra subida;
Otro, discreto,
pidiendo mi consentir preguntaba:
¿Usted tiene
correa ancha, no? ¿Le puedo decir algo?
¡Pero usted más
que su hijo parece su hermano!
...
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