martes, 29 de noviembre de 2016

La fiesta del Rosario :Epilogo

Epilogo

Después de haber pasado ocho días en la sierra
Cuya bóveda en día despejado era azul celeste,
Y de noche, parecía gránulos de azúcar blanca
Cristalizada,  rociada sobre tafetán negro; después
de ver cerros cobijando estrellas en el firmamento
Después de tener a nuestro regazo el río yendo al oeste
De ver el tendal de tableros variopinto tonos y matices

Verdad, extraño la ciudad, esos vericuetos que criticaba
Como aquél ratón que rebusca su escondrijo casero

Después de haber pasado cinco horas conversando
Cae exangüe Aniceto y aun duerme en su asiento

Reparada la camioneta se reinicia el último tramo
Se va el bochorno, en Correviento la brisa es obvio

Después de pasar la angostura, valle de recuerdos
Ver por lo alto  la encajadura de los cerros pardos
La orografía se va abriendo  como una mano extendida
La vía  asfaltada hace rápido el viaje desde La capilla

Entonces los pueblos ya no son pueblos sino barrios
Asentamientos y urbanizaciones, asoma nuevos aires
Pasamos raudo Spitia Calango Santa Cruz de Flores
-No entramos a  ciudad  Mala, un poquito más al sur -

Ahora hay autopistas costeñas de cuatro carriles
Por donde pasan buses aclimatados de dos pisos,
camiones  de seis ejes trayendo productos perecibles
Camiones cisternas, una tabla se surf sobre una tolva

¡Qué rápido me familiarizo al mundo cosmopolita!
Y va quedando atrás todo propósito de enmienda
A pesar del encajonamiento gris de la gran  ciudad

Verdad, extraño la ciudad, esos vericuetos que criticaba
Como aquél ratón que rebusca su escondrijo casero

Al pasar por San Antonio recordé que con mi madre
Y un grupo de caminantes habíamos paseado por allí
No hacía mucho estuvimos en la plaza de san Antonio
En un tour de solo un día en dos buses contratados

Subimos a la  Silla del Inca, una piedra descomunal
Tamaño un auto escarabajo en la cima del cerro
Como si fuera un dije enorme, galanura del otero

Donde el inca solía ofrendar un pago a la tierra
Después de subyugado a los indómitos Yauyos,
O, estar él en camino al santuario Pachacamac

Había ornamentos pequeños, -contaba el guía  -
Que servía como  atavíos a magna ceremonia,
Que fueron  destruidos por  clérigos españoles
A fin de quitar a los indios toda ofrenda pagana

Desde el Altozano: el panorama de San Antonio
La ciudad de Mala, el río, el valle, sus villorrios
Se ven haciendas  chacras estanques  albuferas
Fila de cerros asidos de la mano haciendo ronda

Vese los restos de la antiguo templo quemado
Por chilenos: represalia a la muerte de Villagrán
Que los maleños no le suportaron su crueldad
-San Antonio tiene hoy día una magnifica iglesia-

No fue hace mucho que estuvimos por aquí
Era invierno en la costa, al fondo, hacia el este
Bajo manto de nubes, entre cerros, había visto
Destello, chispeo de luz y pregunté a mi madre

Por ahí se va a Spitia por su vino tinto y acholado
Por ahí se va  a Viscas por sus manzanas Delicias
Por ahí también se va a mi Huañec tierra querida
Sin augurar: pronto iríamos a La fiesta del Rosario

Eso decía mi madre, y esto que viene me contaba:

Muchacha, solía caminar estos lares con papá Juan
Arreando sus  animales a que pasten  en Las lomas:

La vaca llena proveía leche y de ello  queso hacían
Llevábamos  moldes a Chilca  a Mala para trocar con:
camote sal azúcar chapana; y volver al pueblo
Mi casa de Huañec abarrotado como nadie estaba

Momentos antes desde otro mirador, dijo mi madre,
Sin especificar cuál casa  porque estaba  cambiado:

Por esa casa mi padre  después de hacer su negocio
Solía encontrarse con sus amigos y se ponía a libar
Como tardaba tenía que ir a llamarle, manos en jarras,
Al verme ¡fua! dejaba a sus amigos y volvía conmigo

(¡Qué no daría por ver a mi madre, cinco segundos,
Joven fresca hermosa, con arrojo menear al abuelo!)

También se ve aledaño a Mala, La Aguada, donde
Muchos huañinos formaron oriundilla de su pueblo

Las casas de San Antonio sobre terraplén inclinado
Hacia cada lado de la antigua pista Panamericana
Que sube un abra  para unirse a la vía principal;
El zoom de los carros flama el reverbero de la vía

Pasamos Punta negra  Punta hermosa  San Bartolo
Luego el pandemónium  de barrios del sur de Lima
Cheto, mi compañero de naufragio, sigue durmiendo
Recuesta su cabeza a mi hombro como un hermano
con una sonrisa blanda que aflora su faz redonda
Unas guedejas de cabello cano ensortijados le caía
sobre su frente amplia surcada, sufrida por los años

Poco después por el arco de Salamanca se despertó
Y precipitado se bajó para hacer un trasbordo al este
Y se despidió con un breve agitar de manos cargando
una mochila  al hombro, cargando esa frase que dijo:
Cuando bajo al llano, sabes, busco acabarme…
Nada me consuela solo ir a La fiesta del Rosario

La vida de este hombre me hizo comprender
Que ya tengo un compañero de naufragio
Es un clon a mis sufrimientos.

FIN
Jrosual

Nota: algunas entradas de este pequeño trabajo que espero les hay gustado


 Aun no está  publicado espero algunas recomendaciones.
jrosual2008@hotmail.com

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