Epilogo
Después
de haber pasado ocho días en la sierra
Cuya
bóveda en día despejado era azul celeste,
Y
de noche, parecía gránulos de azúcar blanca
Cristalizada, rociada sobre tafetán negro; después
de
ver cerros cobijando estrellas en el firmamento
Después
de tener a nuestro regazo el río yendo al oeste
De
ver el tendal de tableros variopinto tonos y matices
Verdad,
extraño la ciudad, esos vericuetos que criticaba
Como
aquél ratón que rebusca su escondrijo casero
Después
de haber pasado cinco horas conversando
Cae
exangüe Aniceto y aun duerme en su asiento
Reparada
la camioneta se reinicia el último tramo
Se
va el bochorno, en Correviento la brisa es obvio
Después
de pasar la angostura, valle de recuerdos
Ver
por lo alto la encajadura de los cerros
pardos
La
orografía se va abriendo como una mano
extendida
La
vía asfaltada hace rápido el viaje desde
La capilla
Entonces
los pueblos ya no son pueblos sino barrios
Asentamientos
y urbanizaciones, asoma nuevos aires
Pasamos
raudo Spitia Calango Santa Cruz de Flores
-No
entramos a ciudad Mala, un poquito más al sur -
Ahora
hay autopistas costeñas de cuatro carriles
Por
donde pasan buses aclimatados de dos pisos,
camiones de seis ejes trayendo productos perecibles
Camiones
cisternas, una tabla se surf sobre una tolva
¡Qué
rápido me familiarizo al mundo cosmopolita!
Y
va quedando atrás todo propósito de enmienda
A
pesar del encajonamiento gris de la gran
ciudad
Verdad,
extraño la ciudad, esos vericuetos que criticaba
Como
aquél ratón que rebusca su escondrijo casero
Al
pasar por San Antonio recordé que con mi madre
Y
un grupo de caminantes habíamos paseado por allí
No
hacía mucho estuvimos en la plaza de san Antonio
En
un tour de solo un día en dos buses contratados
Subimos
a la Silla del Inca, una piedra
descomunal
Tamaño
un auto escarabajo en la cima del cerro
Como
si fuera un dije enorme, galanura del otero
Donde
el inca solía ofrendar un pago a la tierra
Después
de subyugado a los indómitos Yauyos,
O,
estar él en camino al santuario Pachacamac
Había
ornamentos pequeños, -contaba el guía -
Que
servía como atavíos a magna ceremonia,
Que
fueron destruidos por clérigos españoles
A
fin de quitar a los indios toda ofrenda pagana
Desde
el Altozano: el panorama de San Antonio
La
ciudad de Mala, el río, el valle, sus villorrios
Se
ven haciendas chacras estanques albuferas
Fila
de cerros asidos de la mano haciendo ronda
Vese
los restos de la antiguo templo quemado
Por
chilenos: represalia a la muerte de Villagrán
Que
los maleños no le suportaron su crueldad
-San
Antonio tiene hoy día una magnifica iglesia-
No
fue hace mucho que estuvimos por aquí
Era
invierno en la costa, al fondo, hacia el este
Bajo
manto de nubes, entre cerros, había visto
Destello,
chispeo de luz y pregunté a mi madre
Por
ahí se va a Spitia por su vino tinto y acholado
Por
ahí se va a Viscas por sus manzanas
Delicias
Por
ahí también se va a mi Huañec tierra querida
Sin
augurar: pronto iríamos a La fiesta del Rosario
Eso
decía mi madre, y esto que viene me contaba:
Muchacha,
solía caminar estos lares con papá Juan
Arreando
sus animales a que pasten en Las lomas:
La
vaca llena proveía leche y de ello queso
hacían
Llevábamos moldes a Chilca a Mala para trocar con:
camote
sal azúcar chapana; y volver al pueblo
Mi
casa de Huañec abarrotado como nadie estaba
Momentos
antes desde otro mirador, dijo mi madre,
Sin
especificar cuál casa porque estaba cambiado:
Por
esa casa mi padre después de hacer su
negocio
Solía
encontrarse con sus amigos y se ponía a libar
Como
tardaba tenía que ir a llamarle, manos en jarras,
Al
verme ¡fua! dejaba a sus amigos y volvía conmigo
(¡Qué
no daría por ver a mi madre, cinco segundos,
Joven
fresca hermosa, con arrojo menear al abuelo!)
También
se ve aledaño a Mala, La Aguada, donde
Muchos
huañinos formaron oriundilla de su pueblo
Las
casas de San Antonio sobre terraplén inclinado
Hacia
cada lado de la antigua pista Panamericana
Que
sube un abra para unirse a la vía
principal;
El
zoom de los carros flama el reverbero de la vía
Pasamos
Punta negra Punta hermosa San Bartolo
Luego
el pandemónium de barrios del sur de
Lima
Cheto,
mi compañero de naufragio, sigue durmiendo
Recuesta
su cabeza a mi hombro como un hermano
con
una sonrisa blanda que aflora su faz redonda
Unas
guedejas de cabello cano ensortijados le caía
sobre
su frente amplia surcada, sufrida por los años
Poco
después por el arco de Salamanca se despertó
Y
precipitado se bajó para hacer un trasbordo al este
Y
se despidió con un breve agitar de manos cargando
una
mochila al hombro, cargando esa frase
que dijo:
Cuando
bajo al llano, sabes, busco acabarme…
Nada
me consuela solo ir a La fiesta del Rosario
La
vida de este hombre me hizo comprender
Que
ya tengo un compañero de naufragio
Es
un clon a mis sufrimientos.
FIN
Jrosual
Nota: algunas entradas de este pequeño trabajo que espero les hay gustado
Aun no está publicado espero algunas recomendaciones.
jrosual2008@hotmail.com
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