FOOTING
Cuando vivía en Chiclayo corría por
una calle con mis amigas en las madrugadas, hace tiempo, cuando aun
éramos jovencitas, sucedió un suceso que hasta hoy nadie me da una razón.
Resulta que para hacer footing en las
madrugadas, cada una, cada madrugada, por turno, nos tocaba pasar la voz a las
otras en sus casas.
Ese día me tocó a mí. Antes de acostarme
había puesto la hora y sincronizado el timbre para las 4 a.m.
Sonó el timbre. Vi la hora: 4 a.m. Me puse mi
polera, pantalón de buzo, zapatillas y salí.
Pasé la voz a mis amigas en sus casas pero
nadie salió.
¡Bueno, dije para mí, qué flojas son
para levantarse! Y decidí correr sola hasta que se levantaran.
En la calle que solíamos correr también
asistían otros grupos pero esa madrugada no había nadie. Corrí hasta el fondo
de la calle, más allá había sementeras . Di la vuelta, entonces, vi
a lo lejos que alguien había salido a correr y venía acercándose. Dije para mí: Al
menos somos dos.
Conforme se fue acercándose noté que era un
hombre, y más cerca, tenía la cara pálida y usaba uniforme militar
antiguo y …¡horror! Flotaba, no tenía piernas.
-¡Dios!, dije. Nos cruzamos. No podía parar,
o mejor dicho yo no quería parar. Seguí corriendo con más fuerza y no
paré hasta meterme a mi casa, asustada. Entre agitada y reponiéndome de
la impresión recién toca la alarma del
timbre del reloj dando la 4 a.m.
¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba en ese
lapso de tiempo que estuve afuera corriendo? ¡Explíqueme doctor Choy!
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(Adaptado de emisión radial)
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