Robinson Crusoe fue
publicado hace trescientos años por la editorial inglesa W. Taylor. La edición
original contiene ilustraciones y en su titulo kilométrico ya se adelantaba
parte del argumento (La vida e increíbles aventuras de Robinson Crusoe, de York,
marinero, quién vivió veintiocho años completamente solo en una isla
deshabitada en las costa de América, cerca de la desembocadura del gran Orinoco,
habiendo sido arrastrado a la orilla tras un naufragio, en el cual todos los hombres
murieron menos el, con una explicación de cómo al final fue insólitamente liberado
por los piratas. Escrito por el mismo)
Se sabe que Defoe basó
su narración en naufragios reales. El
del escoses Alexander Selkirk y el de español Pedro Serrano. Selkirk fue rescatado
en 1709 por la expedición del capitán
Woodes Rogers, cuatro años después de quedar varado en una isla desierta que
hoy lleva su nombre y que está ubicado en el archipiélago chileno Juan Fernández
donde se encuentra también la isla Robinson Crusoe, bautizad así en homenaje al
héroe literario. Dos siglos antes, en 1526, el capitán de María Pedro Serrano
vio morir a la tripulación de su bergantín luego de que la nave atracara
violentamente contra un banco de arena
en el Caribe. Pasaron ocho años para que
lo salvaran. El banco, por cierto, aun existe y se reconoce como banco Serrano,
(actual administrado por el gobierno de Colombia)
Defoe hizo de estos episodios
históricos lo que hace un escritor: los deformó para inventarse un gentleman culto y despótico, y ubicarlo en un pedazo de tierra
rodeado por el mar donde tuviera que arreglársela para no morir, haciendo todas
la labores domésticas inimaginables, desde construir un casa hasta curtir la
piel de las cabras.
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