Aquella joven mujer de cabello largo, faz agraciada, con varios hijos, abandonada,
refregando botellas de vidrio, usadas, que abarroteros de la vecindad
solían regalarle o vender por centavos (según cupiese bondad en su corazón)
y ella , limpias, las vendía para diverso uso de las amas de casa:
para guardar sal, encurtir nabo, macerar frutas secas con algún licor
-bueno para los bronquios-,etc.
Aquella joven mujer de cabello largo, faz agraciada, le solía ver por las tardes
-mientras yo solía cobrar a unos clientes - debajo de un mostrador de un puesto,
en cuclillas, arrodillada, sentada a veces, en el frío cemento del piso
abrigada en su rebujón oscuro ofreciendo sus frascos vacíos
Mientras esperaba vender algo, aquella joven mujer de cabello largo, faz agraciada
solía peinar a su nena a quien tarareaba cualquier canción de moda
o ayudaba la tarea escolar a su niño que tenía como mesa el alquitrán del piso
Me preguntaba:
¿qué podía haberle pasado y estar, casi desprotejida, de esa manera?
¿vender algunos frascos le alcanzaría para el diario?
¿y para otras necesidades, cómo las aliviaría?
Por ese tiempo, mi negocio iba mal y me preocupaba por ello
pero había otras personas que sufrían más ,como aquella mujer,
sin embargo, si la veía bien, se ponía ayudar la tarea a su hijo,
alisarle y ponerle bolitas en el cabello, con cariño, a su hijita
Pero no solo mis ojos le observaban
También, la bondadosa mirada de una anciana anticuchera
Aquella anciana le dejó su negocio, carreta, brazero, cacerolas
pero antes le enseñó condimentar, salpimentar las viceras de corazón
y prenderlos en los palitos
Algo así, oí, cierta tarde que consumía, yo, los jugosos anticuchos:
" Yo, ya estoy vieja Ya no puedo levantar las ollas con choclos cocidos
ni salir temprano para comprar los aderezos
Te los dejo todo, eres casi como mi hija, nos conocemos tanto tiempo
y tú lo necesitas, más, por tus hijos
¡qué hago usurpando un puesto de trabajo cuando ,en verdad,
no lo necesito y otros ,como tu, si!
Trabajaba por pura costumbre
Me voy a casa de mi hija, la que hice profesional con mis anticuchos
Tanto me insistía dejar este negocio que le voy hacer caso
Esto, era todo para mi pero te los dejo con buen ánimo
Me voy , Chela, -así se llamaba la joven , se despidió y dijo por último:-
Te dejo de capital unos cuantos kilos de vícera ¡Suerte hija!
Y dejé de verla porque yo también dejaba mi negocio
Hoy, después de varios años que volví por el lugar
Vi, para mi alegría , a la Chela con su negocio que no se daba abasto
Con sus jóvenes hijos que le ayudaban; y los clientes
sentados en un local acondicionado, bonito, cerca del lugar
donde solía vender sus botellas vacías.
¿Porqé será? El triunfo de gente así, me enternece.
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