BARRANCO – FUNICULÍ FUNICULÁ
junio 7, 2013
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Si uno camina por la calle Domeyer de Barranco y se dirige al acantilado, luego de pasar una imponente reja, casi al costado de la casa del artista Víctor Delfín, se topa con el Pasaje Funicular. Ahí, en la misma esquina, tras una pared blanca y un portón del mismo color se encuentra el antiguo funicular que será recuperado y puesto en valor en aproximadamente seis meses.
ESCRIBE: KETTY CADILLO
FOTOS: MARTÍN ACEVEDO
FOTOS: MARTÍN ACEVEDO
Cuando el presidente Ollanta Humala anunció que se aprobaba el presupuesto para recuperar el funicular de Barranco, la gran mayoría se preguntó: ¿un funicular en Barranco? ¿Dónde? ¿Desde cuándo? Eso es lo que pasa con gran parte de nuestro patrimonio histórico: no se usa y se borra de la memoria colectiva. Sí, Barranco tiene un funicular que une la calle Domeyer con la Costa Verde y va a ser restaurado.
Según los textos de Juan de Arona –seudónimo del poeta, literato y periodista peruano Pedro Manuel Nicolás Paz Soldán y Unanue–, los pescadores surcanos descendían al mar por un sendero que coincide con la actual calle Domeyer. Era la “bajada abrupta pero directa” al litoral que se usaba a principios de 1800, porque en ese entonces Barranco era solo chacras y huertos. Luego, a finales de ese mismo siglo, el distrito se convirtió en lugar de residencia de inmigrantes italianos, alemanes y en balneario de la aristocracia limeña. Así, inauguró su funicular el 28 de julio de 1896, construido por el alemán Rudolf Holding, mientras gobernaba Nicolás de Piérola.
“Hemos trabajado los últimos ocho meses, primero limpiando el monumento, que como saben estaba cerrado. Después hicimos los estudios de suelo y todo lo que se refiere a la topografía del lugar. Para eso acudimos a la Universidad de Ingeniería y Tecnología (UTEC), que nos ayudó en todo este proceso para poder comenzar a realizar el perfil del proyecto. Ahora entrará a manos de ProInversión, que hará la licitación para ver qué empresa se encargará de la restauración. Calculamos que una vez iniciada la obra, en seis meses aproximadamente, el funicular comenzará a funcionar”, señala la alcaldesa de Barranco, Jéssica Vargas.
Para nadie es un secreto que Barranco es el distrito preferido de los poetas, escritores y artistas. Que su parte histórica, con aire a pueblo costeño republicano detenido en el tiempo, atrae a los más bohemios. Decía Abraham Valdelomar: “Iba a Barranco a lavar mi espíritu en la diafanidad del cielo y a perfumarlo”. Y ahí se quedó viviendo en un rancho de la calle Padre Abregú. Era 1916 y en ese entonces su casa tenía vista al mar, se encontraba en los acantilados cerca al funicular.
Dicen los promotores del proyecto que todos los estudios para que el funicular funcione y no impacte en la zona están hechos. No habrá problemas de ruido y tumulto de transeúntes y, sobre todo, todos los vecinos que han participado en los talleres de información sobre el proyecto están completamente de acuerdo con su recuperación, porque es parte de su memoria, de su historia. “Nosotros hemos crecido con las historias de la Bajada de los Baños, del funicular y por eso estamos contentos de que se vaya a recuperar”, dice Vilma Gonzales, exdirigente vecinal y barranquina.
“El vagón, que es de pino Oregón de Canadá, se va a mantener en la medida de lo posible, lo que sí se va a cambiar por completo es el sistema electromecánico del sendero y del cuarto de máquinas, porque está deteriorado. El sistema de funcionamiento de los pasajeros será el mismo: la gente tendrá que venir hasta aquí, comprar sus boletos y hacer uso del funicular que tiene capacidad para 25 personas”, señala la alcaldesa.
Pero eso no es todo: el proyecto considera una estación que mediante una rampa llevará a los pasajeros hacia el puente de madera que sale de la Bajada de los Baños y desemboca en el mar. Este punto crecerá cuando la Costa Verde se amplíe a tres carriles. Al final, como señala Vargas, “todo es parte de un solo circuito. Un pretexto extra para que el turista se quede más tiempo en Barranco”.
El funicular de Barranco hizo su último viaje en 1971, año en el que tras varios accidentes decidieron cerrarlo y aunque antes ya había tenido paradas temporales –en 1927 se cerró por obsoleto–, los barranquinos se negaban a que desapareciera y fue reabierto en 1930. Ahora, si todo marcha como está planificado, las rejas que encierran la calle Domeyer y la salida del Pasaje Funicular –que según los vecinos se colocaron por seguridad– desaparecerán. Así, luego de pagar S/. 2 por trayecto, podrán subirse al vagón y disfrutar de esa experiencia este verano
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