LA HISTORIA DE UNA BEBIDA LLAMADA GIN TONIC
De unos años a esta parte el gin tonic ha ganado popularidad
de una forma sorprendente. En poco tiempo hemos visto como las nuevas tónicas y
ginebras se han multiplicado en el mercado para complacer a un consumidor cada
vez más exquisito. Pero a pesar de esta nueva juventud, la historia del gin
tonic se remonta mucho tiempo atrás.
El ser humano ha mezclado bebidas desde hace siglos, pero
hasta finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII no tuvo la
popularidad necesaria como para aparecer en los registros históricos. De hecho,
la conocida denominación cóctel se acuñó a comienzos del siglo XIX, cuando
apareció por primera vez en la publicación Farmer’s Cabinet. Pocos años después
se registró por primera vez una receta completa, una mezcla de brandi, ron y
ginebra con un sabor agridulce.
El caso del gin tonic está al margen de esta historia dentro
de la que se pueden enmarcar la gran mayoría de los cócteles que a día de hoy
se consumen en bares, pubs y discotecas. Fue una historia marcada por la
malaria, la búsqueda de una cura y el mal sabor de la quinina.
Según cuenta la historia, más leyenda que historia, todo
comenzó en Perú en 1632. La Condesa de Chinchón, esposa de Luis Jerónimo de
Cabrera -Virrey de Perú-, enfermó de malaria y en la corte consiguieron
salvarle la vida gracias a la corteza de la cinchona, convirtiéndose así en la
primera europea en superar la enfermedad.
Sea como fuera en realidad, a lo largo de la cuarta década
del siglo XVII, las propiedades curativas de la corteza de la cinchona eran
conocidas en Sudamérica y comenzó a importarse a Europa, tal y como relata un
escrito de Pietro Castelli de la época. Su uso se extendió rápidamente por
Europa y a finales del siglo XVII ya estaba reconocido por la Schedula Romana y
la London Pharmacopoeia.
El siguiente gran avance en la lucha contra la malaria y el
uso de la corteza de la cinchona llegó de la mano de Pierre Joseph Pelletier y
Joseph Bienaimé Caventou. Estos dos científicos franceses consiguieron en 1817
aislar y extraer por primera vez el principio activo de la corteza de la
cinchona, la quinina, para así poder
generar medicamentos más fácilmente distribuibles.
Este nuevo medicamento en forma de pastillas de quinina,
comenzó a enviarse a las distintas colonias europeas en África y Asia,
centrándose en las zonas tropicales, donde la malaria estaba causando los
mayores estragos. La dosis diaria de quinina pronto se convirtió en un martirio
entre aquellos que se veían obligados a tomarla, a causa de su sabor
extremadamente amargo.
En torno a 1825, los oficiales de la India, por aquel
entonces aún colonia británica, encontraron un modo de hacer sus dosis diarias
algo más placenteras. Comenzaron a disolver las pastillas de quinina en agua,
añadiéndole zumo de lima, azúcar y ginebra, inventando así el precursor del
popular gin tonic.
Pronto las multinacionales vieron en esta mezcla un gran
negocio. Usando el mecanismo diseñado por Joseph Priestley (sí, el mismo hombre
que descubrió el oxígeno) y depurado a finales en 1770 por Johann Jacob
Schweppe, distintas compañías empezaron a comercializar agua carbonatada con
quinina, lo que pasó a conocerse como tónica.
Con el paso de los años, el uso terapéutico de la tónica,
pero ha crecido su uso junto a la ginebra para su consumo recreativo en forma
de gin tonic. De las múltiples tónicas que se pueden encontrar a día de hoy en
el mercado, son pocas las que mantienen en su composición la quinina, ya que
una mayoría ha optado por emuladores de sabor y edulcorantes.
Nota: Toda esta entrada nació a partir de una conversación
en Twitter con @ScientiaJMLN, uno de esos científicos que se venden por un
plato de lentejas transgénicas. Si no lo hacéis ya, os recomiendo que lo
sigáis.
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