jueves, 2 de enero de 2020

LA HISTORIA DE UNA BEBIDA LLAMADA GIN TONIC



LA HISTORIA DE UNA BEBIDA LLAMADA GIN TONIC
De unos años a esta parte el gin tonic ha ganado popularidad de una forma sorprendente. En poco tiempo hemos visto como las nuevas tónicas y ginebras se han multiplicado en el mercado para complacer a un consumidor cada vez más exquisito. Pero a pesar de esta nueva juventud, la historia del gin tonic se remonta mucho tiempo atrás.
El ser humano ha mezclado bebidas desde hace siglos, pero hasta finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII no tuvo la popularidad necesaria como para aparecer en los registros históricos. De hecho, la conocida denominación cóctel se acuñó a comienzos del siglo XIX, cuando apareció por primera vez en la publicación Farmer’s Cabinet. Pocos años después se registró por primera vez una receta completa, una mezcla de brandi, ron y ginebra con un sabor agridulce.
El caso del gin tonic está al margen de esta historia dentro de la que se pueden enmarcar la gran mayoría de los cócteles que a día de hoy se consumen en bares, pubs y discotecas. Fue una historia marcada por la malaria, la búsqueda de una cura y el mal sabor de la quinina.
Según cuenta la historia, más leyenda que historia, todo comenzó en Perú en 1632. La Condesa de Chinchón, esposa de Luis Jerónimo de Cabrera -Virrey de Perú-, enfermó de malaria y en la corte consiguieron salvarle la vida gracias a la corteza de la cinchona, convirtiéndose así en la primera europea en superar la enfermedad.
Sea como fuera en realidad, a lo largo de la cuarta década del siglo XVII, las propiedades curativas de la corteza de la cinchona eran conocidas en Sudamérica y comenzó a importarse a Europa, tal y como relata un escrito de Pietro Castelli de la época. Su uso se extendió rápidamente por Europa y a finales del siglo XVII ya estaba reconocido por la Schedula Romana y la London Pharmacopoeia.
El siguiente gran avance en la lucha contra la malaria y el uso de la corteza de la cinchona llegó de la mano de Pierre Joseph Pelletier y Joseph Bienaimé Caventou. Estos dos científicos franceses consiguieron en 1817 aislar y extraer por primera vez el principio activo de la corteza de la cinchona, la quinina, para así poder generar medicamentos más fácilmente distribuibles.
Este nuevo medicamento en forma de pastillas de quinina, comenzó a enviarse a las distintas colonias europeas en África y Asia, centrándose en las zonas tropicales, donde la malaria estaba causando los mayores estragos. La dosis diaria de quinina pronto se convirtió en un martirio entre aquellos que se veían obligados a tomarla, a causa de su sabor extremadamente amargo.
En torno a 1825, los oficiales de la India, por aquel entonces aún colonia británica, encontraron un modo de hacer sus dosis diarias algo más placenteras. Comenzaron a disolver las pastillas de quinina en agua, añadiéndole zumo de lima, azúcar y ginebra, inventando así el precursor del popular gin tonic.
Pronto las multinacionales vieron en esta mezcla un gran negocio. Usando el mecanismo diseñado por Joseph Priestley (sí, el mismo hombre que descubrió el oxígeno) y depurado a finales en 1770 por Johann Jacob Schweppe, distintas compañías empezaron a comercializar agua carbonatada con quinina, lo que pasó a conocerse como tónica.
Con el paso de los años, el uso terapéutico de la tónica, pero ha crecido su uso junto a la ginebra para su consumo recreativo en forma de gin tonic. De las múltiples tónicas que se pueden encontrar a día de hoy en el mercado, son pocas las que mantienen en su composición la quinina, ya que una mayoría ha optado por emuladores de sabor y edulcorantes.
Nota: Toda esta entrada nació a partir de una conversación en Twitter con @ScientiaJMLN, uno de esos científicos que se venden por un plato de lentejas transgénicas. Si no lo hacéis ya, os recomiendo que lo sigáis.
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