lunes, 10 de diciembre de 2018

Poemario FINAL 57



57


Llegamos a la Estación Azul
Andén enmaderado sobre el que nos apeamos
Solo estaba los raíles, no había vagón

Nada se podía ver a la distancia
Solo mirábamos unos cuantos metros
Rodeado por una neblina hasta los talones
Todo azul hasta el final de la plataforma
incluido la máscara de la fachada

No había un ambiente de recibo,
Solo intensa luz blanca llenando
los huecos de la puertas y ventanas

Un coche halado por caballos esperaba
Nos llevaría por el Pasaje Iniciático

Oh sorpresa, mi perro Coki que años no veía
Se abalanzó sobre mí poniéndose de patas
Saltaba como si quisiera darme lamidos
Luego daba vueltas redondas por el suelo

Atrás estaba Johnny y otros por él conocidos
Con quien nos saludamos efusivamente

Arbóreas de helechos como un bosque
nos aguardaba tras la estación, más, no veía,
Y no sentía el trepidar de las ruedas
Era como si  nuestro carromato elevara

Irrumpió luego meseta de flores pequeñas
Margarita, berro, loto de los prados
Gramíneas altas y maduras bien cuidadas 
Las miraba desde mi ventana hacia abajo

Tras una curva otro tipo de siembra
Confín de verdes prados de alfalfares
Eses alargadas en tableros sucedáneos
Me preguntaba ¿en el cielo habría vacas?
Pero no vi ninguno, todo era vivo silencio

Cortamos por el borde de un cerro
Y abajo un valle largo de pequeñas casas
Distanciadas unas de otras
Con verja blanca y techo ocre

Un camino diferente para cada uno
Camino de palets, camino con colgantes
Camino de grava blanca, de pizarra negra
Uno que iba a la sombra de un árbol solitario

Seguía el coche paralelo a la estela de un río
Río con copos de algodón parecía y no agua

Llegamos a una prominencia y, oh sorpresa
Era la misma orografía de mi casa vieja

(De mi Cerro dinosaurio pero sin casas
Le decía así porque tenía la cabeza inclinada
Abrevando la sequía que venía de Santa Anita
Y la cola alta a los cerros Catalina Huanca
Y las patas echadas hacia los flancos, unas
a la avenida Riva Agüero, y otras
a la Carretera Central –o, Nicolás Ayllón-
Pero todo el panorama seguía en silencio)

Toda la ensenada era un vergel de flores
No había casas ni asentamientos humanos

Y estaba la misma pampa pero en verde césped
y no el que  teníamos -de tierra- bajando el cerro

Nos apeamos, y por un sendero de flores bajamos
No daban aroma pero era inimaginable  belleza

Donde era mi casa vieja había un Mirador de luz
Un arriate de macetas sobre una esquina rocosa
Y una pequeña glorieta blanca con trepadoras
De glicinas don diego de día, y rosales que la cubría


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autor Jrosual

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