miércoles, 5 de abril de 2017

ZELI (Poemario) XLIV


XLIV                                                               

Verdad que duele pero en fin verdad
Nunca te quise Zeli, nunca
Nunca para colocar flores
En un jarrón de mesa familiar

Para exhibirte  vanagloriarme
Afortunando a mi  selectiva

Te advertí,  te quería como amiga
Como un armadillo de plata
Que  adorna la esquina de mi cuarto
Y versar contigo en  mis noche vela

Pasar las noches escuchando
los cuentos de una Sherezade
antes que le quitaran el aliento
Verbigracia
Ligerísima tomada de confianza
como desvestirle  alma y cuerpo

Pero no te gustó mi franqueza
Como ahora, tras esta tiniebla
brilla tus ojitos como de  gato
Pero yo no tengo miedo Zeli
Puedes hacer de mí lo que quieras
Mas allá de hendirme no hay dolor

Siempre te he dicho la verdad
¿sabes? no me estoy desdiciendo
Despedías  mi insolencia, y ni pena
Te ibas pero sabía que volverías

¡Malcarada  y tan de poca gracia
tu figura aparentaba  caña hueca!
¡Que culpa tenía de tu desgracia!
Más bien  valoré, algo te llevaste

A pesar que las líneas de tu faz
seña  buril mal grabada no había
pero tampoco había nada fructuoso
Nada dulce que te empoderara
Que me hiciera decir a mis amigos
-por ti- ¡Ved, sierva del olimpo!

Porfiadamente flaca casi al colapso
El único botón de ajuste a tu vestido
Al desabotonarlo  te desvestía  al acto
y quedaba  montoncito de ropa al piso

Tus labios  demasiados delgados
como dos tiras para limpiar dientes
Tus ojos emanaba  noche profunda
noche como ésta que te envuelve
Almizclando la onda del silencio

Un puño cerrado cubría toda tu faz
y tu cabello era como  Anita
la personaje y amiga de Lulú

Esos infortunios seguramente
dieron a tu vida precaria, soporte
coraza dura a los agravios
Te forjó  piel gruesa de elefante
Veías así indiferente el desprecio

Te desahogabas  a risa con sorna
Desternillando tus dientes menudos

Una vez te pregunté  si tuviste un ex
Presto sarcástico mohín afloraste
como diciendo ¡qué te has creído!
Y ligera presentabas cualquier tipo

Odiabas la riqueza el exhibicionismo
Distingo, poder, vanidad del dinero
Y eso era porque no tenías, digo yo,
Pero en ese tiempo yo pensaba igual
Tampoco me adapté al vano Poder
Por eso me gustaba contigo conversar
Hojeabas el libro que  golpea  la vida
Anticipándote a mi igual parecer
                              
Tu mecha berbiquí horadaba  afuera
–para eso tu fuerza  era el Evangelio-
Te reías de los fatuos y pretensiosos
y más o menos así te resarcías:

¡Qué cree, a dónde va llevar su dinero!
¿Acaso una carroza hala un remolque?
Por eso volvías a mi lado Zeli-bumerán
humillándote incluso pidiendo perdón

Los años te hicieron la piel más recia
Sofreír era  consuelo  a tu fragilidad

Aun así debe ser duro mostrarse írrita
cuando descubrías mis andanzas rosas

A veces  gritaba abrupto ¡fuera de mí!
¡No te veo como pareja Para ti es mejor
¡Puedes intentar con otro loor porvenir!
¡Antes que el último tren  vaya a partir!

Existe en el reino de lo posible
una cantidad infinita de amores
no realizados  por otros hombres
Eso lo dijo también el tal Lundera (1)

Pero no te ibas  mujer gomorresina
Eras cordón a mi zapato difícil desatar

Tus ojos negros, firme, me escrutaba
Tus labios mordidos por fin hablaban:

Bueno si así lo quieres vamos al café
y terminemos esta farsa  para siempre

Pero allí conversábamos tanto que
pedía perdón y todo volvía como antes

Aunque tu sonrisa decía a tus adentros
burlonamente  -creí oírte  la última  vez :-
¡Ya veras, no se juega con el alma de  mujer!

Pero ¿qué pasó Zeli? ¡Te moriste!
A nada conducente lleva el rencor
A nadie -al menos en la oficina,
Preguntó por tu alejamiento

El mundo vive sus preocupaciones
o a lo sumo una letanía: pobrecita
                                 
Solo me has estropeado a mí  Zeli
Yo no puedo olvidarte
eres el meollo de mi fastidio
el fantasma que horada mi suerte
Hasta ahora sigues a mi lado
cordón a mi zapato difícil desatar

Sin mi poemario no existirías
Es el pago de vida que te debo
Cuando termine espero no vuelvas
Y te lleves este libro a los tribunales.


*

Ay mi siroco tórrido
Si no fuera por las ataduras que me llama
a las tinieblas antes del amanecer
seguiríamos dando vuelta  la manivela

(¿Acaso no sabe que voy incrustada
En su mente como un  reflejo
de mi corazón y no cejaré hasta llevarte?)
__
(1)M. Lundera


 ZELI/ autor Jrosual/ Marzo 2017

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