viernes, 10 de abril de 2020

LA PLAZA BOLIVAR , LIMA PERU




La plaza que actualmente denominamos Bolívar es una de las más importantes y antiguas de la ciudad. Anteriormente se le conoció como plaza del Estanque, porque en ella había un estanque de agua de poca profundidad, cuya antigüedad se remonta, por lo menos, a los tiempos de la fundación de Lima. Años más tarde, el virrey Diego de Zuñiga y Velasco, Conde de Nieva, construyó en ella una caja de agua que se denominó de la Caridad. Este depósito surtía de agua a los monasterios, conventos, edificios y fuentes públicas de la ciudad. También era conocida, hacia 1563, como plaza de Nicolás de Rivera El Mozo, por tener una propiedad en ella (en el solar sobre el que se edificaría tiempo después el local de la Inquisición) este ilustre personaje. Igualmente, era conocida como plaza de la Caridad o de la Universidad, por la presencia en su entorno de los locales de la iglesia de Santa María de la Caridad (1562) y de la Universidad de San Marcos (1577). Hacía fines del siglo XVI fue denominada plaza de las tres Virtudes Cardinales y, más comúnmente, plaza de la Inquisición:
"En la misma plaza están el Santo Tribunal, del cual la plaza deriva su nombre y el hospital de la caridad; a menudo se le llama plaza de las tres virtudes cardinales: fe, la Inquisición; esperanza, la Universidad y caridad, el hospital ". (2)
En la época colonial la plaza estaba muy descuidada por la presencia en ella de un mercado de abasto. Tenía una forma irregular, ensanchándose hacia el oriente en forma de trapecio. En el centro había una pileta o fuente pública, en medio de la cual se elevaba una cruz de piedra. El agua que proporcionaba la pileta provenía de la segunda toma de la cañería que, desde la caja de agua de la Caridad, se dirigía a la plaza Mayor y terminaba en el convento de Santo Domingo. En las primeras décadas del siglo XIX la plaza seguía presentando un lamentable aspecto pues aún continuaba funcionando en ella el mercado. Recién al decretarse el establecimiento del primer Congreso Constituyente del Perú, en el local de la Universidad de San Marcos, se ordenó el traslado del mercado a otras plazas mientras se construyese un edificio adecuado para tal fin.
"La plazuela de la Universidad y sus calles inmediatas donde hoy se halla el mercado, ofrecen la vista más desagradable de toda la población: el paso de los transeúntes, casi siempre embarazado: los comestibles, esparcidos sobre el suelo sobre esteras, en que es imposible evitar la aglomeración de inmundicias, ni preservar la buena calidad de los alimentos: el piso, cubierto de tropiezos e irregularidades, por la necesidad que tienen los vendedores de colocar una especie de toldos para ponerse al abrigo de las estaciones: por último, el desorden que es consiguiente a la confusión de asientos sin método ni comodidad alguna, son inconvenientes que exigen por si solos un pronto remedio, prescindiendo de la necesidad que actualmente hay de mudar el mercado, por la aplicación que se ha hecho de la Universidad para las sesiones del Congreso".
Durante la gesta emancipadora, por resultar entonces todo lo hispano odioso a los ojos de los patriotas, se procedió a utilizar otras denominaciones para esta misma plaza. Así, se le denominó plaza de la Universidad (3) y, con mayor propiedad, plaza de la Constitución.
"La plaza de la Inquisición se llama hoy día de la Constitución. Tiene forma triangular, no habiendo nada notable en ella, como no sea el terrible palacio que le prestó su nombre, que permanece en pie como el testimonio más evidente de un fanatismo delirante y feroz. Es allí donde sesionan los diputados de las provincias ".(4)
El nombre de Plaza de la Constitución fue dado por Bernardo Monteagudo y, obviamente, se vinculaba al establecimiento -ya anunciado por entonces- del primer Congreso Constituyente del Perú. El decreto respectivo fue promulgado el 6 de julio de 1822:
  1. La plazuela nominada antes de la Inquisición, se llamará en lo sucesivo plazuela de la Constitución.
  2. En su centro se levantará una columna por el modelo de la columna Trajana, y con las modificaciones del diseño que se dé, restableciéndose cerca de su base la fuente pública que antes existió allí.
  3. La columna será coronada por una estatua pedestre que represente al Protector del Perú, señalando el día en que proclamó su libertad, realzado en el pedestal con caracteres de oro.
  4. En la base se inscribirá el día en que se instale el Congreso Constituyente del Perú.
Como vemos por el decreto anterior, la plaza estuvo destinada a recordar la figura de don José de San Martín. Sin embargo, el primer Congreso Constituyente le cambió el destino al disponer, el 12 de febrero de 1825, la colocación de un monumento a Simón Bolívar.
"Se erigirá en la plaza de la Constitución un monumento con la estatua ecuestre del Libertador, que perpetúe la memoria de los heroicos hechos con que ha dado la paz y la libertad al Perú ".(5)
El 8 de diciembre de 1825 se puso la primera piedra del proyectado monumento a Bolívar. La ceremonia se inició a las 5 de la tarde en el Palacio de Gobierno, donde se reunieron los miembros del Consejo de Gobierno y los demás funcionarios públicos y demás personalidades invitadas. Desde allí se dirigieron a la plaza de la Constitución, donde se desarrolló la ceremonia.
Sobre el proyectado monumento, Hipólito Unanue le escribía al Libertador Simón Bolívar diciéndole:
"¡Qué sé yo sí podré hacer erigir el monumento ordenado por el Congreso en la plaza de la Independencia! Mis ideas en esta parte son muy grandes y me persuado que será más fácil encontrar el dinero que se necesita para ejecutarlo, que no es poco, que los artistas que desempeñen según los modelos que me he propuesto. Con todo, me han traído un escultor y un fundidor que me ofrecen desempeñar en bronce la estatua ecuestre de V. E. Yo he visto en Europa en este género una de las más célebres, veremos si hacen algo que se le parezca ". (6)
Como sabemos el monumento a Bolívar recién se convirtió en realidad muchos años después. En 1853 Bartolomé Herrera, Ministro Plenipotenciario del Perú en Roma, fue encargado de mandar a hacer la estatua de Bolívar. Herrera convocó a través de los periódicos a un concurso de artistas para la confección de la estatua y del pedestal. El ganador del concurso fue Adán Tadolini, quien la confeccionó en yeso por 4,500 pesos. Luego se contrató con un alemán de apellido Müller, superintendente de la fundición de Munich, la fundición de la estatua por 11,000 pesos y los bajorrelieves por 800 pesos. Esta estatua tiene un peso de 230 quintales y 4 metros de altura. Bolívar luce montado en un caballo encabritado que se sostiene sobre sus patas traseras. El pedestal de mármol fue obra del artista romano Felipe Guacarini, costando 5,500 pesos. Posee tres gradas. El relieve de la derecha representa la batalla de Ayacucho; el de la izquierda, la de Junín; el del centro tiene una inscripción que dice "A Simón Bolívar, Libertador. La Nación Peruana, año de MDCCCLVIII"; y el de atrás tiene el Escudo Nacional.
La estatua de Bolívar llegó al Perú en 1859 y su traslado, desde el puerto del Callao hasta el lugar de su ubicación definitiva, fue sumamente dificultoso por su enorme peso. Para ello se utilizó el ferrocarril Lima-Callao, el cual la condujo hasta la estación de San Juan de Dios (actual plaza San Martín). Mariano Felipe Paz Soldán se encargó de supervisar las labores, en las cuales utilizó una línea Decauville que se utilizaba en el traslado de los bloques de piedra empleados en la construcción de la penitenciaría. Sin embargo, a pesar de la presencia de este monumento, comúnmente se le siguió llamando plaza de la Inquisición hasta las primeras décadas del siglo XX. Actualmente, desde mediados del siglo XX, se denomina plaza Bolívar.
Por lo que se refiere al monumento del general José de San Martín que, como hemos visto, inicialmente se proyectó colocar en esta plaza, también tuvo que esperar varias décadas para hacerse realidad. Un decreto del 7 de noviembre de 1850, dado con motivo de su fallecimiento por el Presidente Ramón Castilla, dispuso en su artículo 5° que:
"En el centro de la plazuela 7 de setiembre, se erigirá una columna de 20 piés de altura, sobre la cual se colocará la estatua del general San Martín y para cuyo gasto se pedirá a la próxima legislatura la cantidad necesaria".
Esta norma no surtió ningún efecto práctico, por lo cual el Presidente José Balta emitió un nuevo decreto, el 12 de abril de 1869, que reiteraba que se erigiese un monumento a San Martín. En su artículo 2° convocaba a un concurso para que se eligiese el modelo más adecuado. Sin embargo, esta norma tampoco se cumplió. Cáceres, el 8 de julio de 1890, ordenó que el 28 del mismo mes, se colocase la primera piedra del monumento a San Martín. El 17 de diciembre de 1904, durante el gobierno del Presidente José Pardo, se convocó a un concurso tanto a los artistas nacionales como a los extranjeros, para la construcción del mencionado monumento.
El proyecto se vinculará a la renovación urbana y al deseo de dedicarle una plaza al Protector en igual forma que se había hecho ya con Bolívar. En 1909 queda definido, por sucesivas propuestas del escultor español Mariano Benlliure, el proyecto de monumento al general San Martín. En cuanto a la plaza, en 1912 Ricardo Malachowski realizó el primer anteproyecto y unos años después, en 1916, Bruno Paprocki hizo pública su propuesta, la que comprendía la plaza y el entorno, con una serie de edificaciones de estilo afrancesado neobarroco. Lo único que quedó de su proyecto fue la ubicación y disposición del monumento. En 1917, a través de la Ley N° 2513, se define su emplazamiento. La plaza San Martín comenzó a convertirse en realidad bajo el impulso de Leguía, quien en 1919 nombró la comisión encargada de su construcción. Los planos y diseños corresponden al arquitecto español Manuel Piqueras Cotolí. Finalmente, el 27 de julio de 1921, en la víspera del centenario de la independencia del Perú, se inauguró la plaza:
"Hacia el centro de la plaza se erige el monumento al Libertador don José de San Martín, que alcanza una altura de 16 metros. El escultor catalán Benlliure representa al Protector, en figura ecuestre, justo en el momento que atraviesa Los Andes. La estatua se apoya sobre un pedestal de granito, en forma de pirámide trunca, con un basamento escalonado. Del lado oeste hay dos motivos escultóricos, consistentes en dos bellos desnudos de mujer que simbolizan la gloria y la fama, y otra figura femenina que sostiene un bloque de piedra con la inscripción: "La Nación al General don José de San Martín ".(7)
La Plaza Bolívar, a lo largo de nuestra historia republicana, ha sido escenario de ceremonias de transmisión de mando presidencial ante el Congreso, ceremonias del Congreso, manifestaciones políticas, conspiraciones, golpes de Estado, revueltas, procesiones -entre ellas la del Señor de los Milagros, la Virgen del Carmen, San Judas Tadeo y San Martín de Porres-, homenajes y, recientemente, eventos culturales.
Uno de los sucesos más importantes ocurridos en esta plaza, junto al monumento a Bolívar, fue el intento golpista contra Leguía, ocurrido el 29 de mayo de 1909. En él participaron Carlos, Isaías y Amadeo Piérola. El primero era hermano y los otros dos hijos de Nicolás de Piérola, el caudillo demócrata. Los demás conspiradores eran algunos de los más cercanos amigos del Califa. En total cerca de 40 pierolistas atacaron audazmente el Palacio de Gobierno. Antes se habían reunido en el edificio La Colmena, en la plazuela de la Merced. La mayor parte atacó la puerta de honor, ubicada en la calle Palacio, mientras los demás hacían lo propio por la calle Pescadería, sorprendiendo a la guardia y tomando la prefectura y el Ministerio de Gobierno. Un tercer grupo atacó Palacio de Gobierno por el lado de la plaza Mayor. Algunos lograron entrar a los ambientes donde se encontraba Leguía y se apoderaron del Presidente.
"La técnica seguida en este golpe de Estado no tiene paralelo en los anales de las turbulencias del siglo XIX y del siglo XX. Basó su éxito inicial en la simplicidad: adueñarse de la persona del primer magistrado de la República es un acto de tan loco arrojo que su misma audacia lo hacía inverosímil y obligarle a firmar su renuncia con una orden de transferencia en el mando del Ejército. Seguramente contaban con la aquiescencia o la tolerancia del Jefe del Estado Mayor, que era el mismo oficial francés llegado al país durante la administración de Piérola. Es posible que hubiesen habido algunas otras autoridades dispuestas a neutralizarse; cuéntase que Leguía sospechó más tarde de la lealtad de uno de sus ministros. Pero ocurrió algo que los facciosos no habían previsto: Leguía se negó a firmar ". (8)
Los rebeldes no sabían que hacer con su prisionero. Entonces lo sacaron a la calle, quizás con la esperanza de lograr una insurrección popular, mientras los soldados leales al gobierno hacían fuego desde los techos del Palacio. Los amotinados pasearon por las calles del centro de Lima con su ilustre prisionero. Iniciaron su recorrido por el jirón de la Unión, siguieron hasta la calle Pando y de allí hasta la plaza de la Inquisición. Durante más de una hora la turba paseó con el Presidente sin que la Policía o el Ejército interviniesen en defensa del mandatario. Junto a la estatua del Libertador la turba enardecida exigía la renuncia del Presidente. A pesar de tanta prepotencia en su contra Leguía pronunció una frase, que se haría luego famosa, "No firmo". Jorge Corbacho, un testigo de los hechos, se conmovió con la escena y acudió al Estado Mayor a solicitar que tomasen las medidas necesarias para liberar al Presidente. Finalmente acudió a la plaza acompañado de un piquete de caballería con unos 25 hombres, dirigidos por el alférez Enrique Gómez. En forma bastante extraña la tropa regresó a su cuartel sin haber actuado. Minutos después, el mismo Gómez regresó con sus hombres, pero a pie y disparó sobre la masa reunida en torno al monumento. Los amotinados fugaron. La represión fue violenta. Un grupo de curiosos fue cobardemente asesinado en el local del Senado -actual Museo de la Inquisición y del Congreso-. El saldo de este episodio dejó más de 100 muertos y un alférez ascendido. Ese mismo día se inició una persecución contra los pierolistas: turbas gobiernistas atacaron el diario La Prensa, numerosos personajes fueron detenidos y procesados, mientras el civilismo, omnipotente, aplicaba una política claramente represiva.
"Para algunos la sublevación del 29 de mayo fue un vejamen delictuoso e inmerecido contra un gobernante recién llegado a su altísima función, donde había exhibido, con acierto o sin él, sólo buena voluntad hacia sus opositores, un atentado casi sacrílego contra quien, al fin y al cabo, tenía la más alta investidura que puede otorgarse en el Perú. Los simpatizantes con ese acto de violencia (y su número aumentó en la medida en que el mandatario de 1908 a 1912 se suscitó enemigos con sus actos en la política interna e internacional) pudieron responder a las consideraciones antedichas, que Carlos, Isaías y Amadeo de Piérola y sus adeptos se sublevaron no tanto contra un hombre sino contra un sistema que había cerrado al Partido Demócrata, a través de muchos años, el paso al poder y que lo hicieron, no mediante la compra de voluntades ajenas u otros procedimientos mañosos, sino cara a cara al peligro en un despliegue de energía, audacia y valor estupendos ".(9)
Es cierto que no quedan claras cuales eran las posibilidades reales de esta intentona golpista, pues si se hubiese producido la renuncia del Presidente Leguía, al menos desde el punto de vista constitucional, el que hubiera debido sucederlo era el Primer Vice-Presidente, Eugenio Larrabure y Unanue.
El entorno de la plaza fue sumamente modificado en la segunda mitad del siglo XIX y, sobre todo, en el siglo XX. De la antigua calle de la Universidad ya no queda nada pues los inmuebles en ella ubicados (el antiguo local de la Universidad de San Marcos, la Iglesia y el Hospital de la Caridad) fueron demolidos para la construcción del Palacio Legislativo. De la calle de la Inquisición sólo se conserva la parte central del antiguo local del Santo Oficio, cuya fachada fue modificada en 1897. En la actual avenida Abancay quedan aún algunos balcones coloniales y en la calle Simón Rodríguez no queda ninguna de las fachadas coloniales.
En 1949 la plaza fue sustancialmente transformada al construirse la avenida Abancay. Desgraciadamente esa obra implicó la destrucción de numerosos inmuebles coloniales. Así, por tal sólo poner un ejemplo, parte del Convento de San Francisco fue demolido. Para realizar el pago de la respectiva expropiación, por Resolución Suprema N° 458 del 18 de setiembre de 1953, el gobierno aprobó el acuerdo celebrado entre el Ministerio de Educación Pública, el Arzobispado de Lima y el Convento de San Francisco. El terreno expropiado se valorizó en 1'330,900.00 soles. La mitad de dicho dinero fue abonado al Convento y el resto al Seminario de Santo Toribio. En una entrevista concedida a Justo Linares, publicada en La Gaceta, José García Bryce declara que:
"Confieso que prefiero la antigua plaza de la Inquisición, antes de la apertura de la avenida Abancay que hace frente con el Palacio Legislativo. Es una lástima que todo ello se haya perdido.
Era entonces, en efecto, un verdadero rincón clásico de Lima: "Todas las casas tenían balcones. Algo de ello, muy poco, queda en la parte de la avenida Abancay que hace frente con el Palacio Legislativo. Es una lástima que todo ello se haya perdido ".
Por medio de la Resolución Suprema N° 137, del 13 de agosto de 1953, se declaró "De necesidad y utilidad pública la obra de regularización de la plaza Bolívar (antes de la Inquisición) de esta capital, obra que ha sido estudiada y aprobada por el Concejo Provincial de Lima, en su sesión de fecha 24 de julio del año en curso". La misma norma facultó a la autoridad edil a gestionar las expropiaciones o suscribir los convenios con los propietarios. Los gastos a que hubiere lugar serían cubiertos con fondos propios del Concejo. Asimismo, por Resolución Suprema N° 170, del 15 de octubre de 1953, se aprobó las zonas de influencia de la avenida Abancay y las cuotas contributivas que debían abonar los propietarios de los inmuebles ubicados en ellas por concepto del derecho de mejoras establecido por la Ley N° 9125. Esta norma consideró una faja de terreno de cincuenta metros en las manzanas que encuadran a la plaza. Todos los terrenos ubicados en esta zona fueron gravados con una cuota de 207.14 soles por metro cuadrado, de los cuales la Municipalidad contribuiría con 62.14 soles por metro cuadrado (lo que equivalía al 30%) y los propietarios con 145.00 soles (70%).
La Municipalidad de Lima, a través del decreto de alcaldía del 26 de marzo de 1955. Creó una Comisión especial encargada de estudiar y formular un plan destinado a la conservación de inmuebles y sectores de la población que se consideren de valor histórico o tradicional. Dicha comisión era presidida por el alcalde de la ciudad.
La presencia de la estatua del general Simón Bolívar, Libertador de cinco países (Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia), ha hecho habitual que al conmemorarse sus respectivos aniversarios patrios, los homenajes incluyan la realización de ceremonias en esta plaza .
En el Período Legislativo 1997-1998 se instauró la ceremonia de izamiento del Pabellón Nacional. En dicho acto participaban los presidentes de las Comisiones del Congreso y los centros educativos invitados. Poco tiempo después este tipo de ceremonia cayó en desuso.
Una de las más bellas ceremonias realizada en esta plaza se efectuó durante la jornada final del coloquio los 150 años de la presencia china en el Perú:
"Posteriormente, hubo una lúcida fiesta china en la plaza Bolívar, con un espectáculo en donde alternaron leones y dragones, en una noche iluminada por una fastuosa muestra de luces y fuegos artificiales. Cerró la fiesta del recuerdo un brindis que tuvo lugar en el Museo de la Inquisición y del Congreso ".
Con motivo de la Navidad, el sábado 22 de diciembre de 2001, se escenificó en esta plaza El Mesías, de Georg Friedrich Haendel, el músico alemán que compuso su famosa obra en apenas 24 días (1742). Al efecto fueron especialmente invitadas las madres de los comedores populares y del Programa del Vaso de Leche, para quienes el Congreso escenificó la obra. Esta presentación fue iniciativa de Xavier Barrón, Tercer Vice-Presidente del Congreso y la interpretación estuvo a cargo de la Orquesta Sinfónica del Repertorio y la Camerata Vocal Orfeo, dirigidos por Manuel Cuadros Barr. En el acto tuvieron destacada participación la soprano Amanda Villamonte; la mezzosoprano Mónica Canales; el tenor Jaime Cilloniz; y el bajo-barítono Andrés Cuadros. La escenificación concluyó con la quema de fuegos artificiales que iluminaron el escenario.





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