domingo, 28 de abril de 2013

Baile de viejitos

Había acompañado a mi madre a un almuerzo organizado por el club de caminantes al que  pertenecía y así celebrar su 7mo aniversario de su fundación.
Todo bien, todo bien, a pesar del almuerzo  frugal -los ancianos no deberían comer mucho habrá pensado el catering-  pero yo no era tan viejo,  mi estomago   pletórico de recibir   desdeñaba  el plato a medio servir
Luego del almuerzo un conjunto musical, de casa, empezaba emanar música de recuerdo pero no rock and roll  de los sesenta  sino música del Caribe: Cecilia y Reutilio, Los Compadres, Celia Cruz, La Sonora Matancera, Los Guaracheros del Oriente...
Entonces los viejitos olvidaron  artrosis y arterioescloris
Dejaron en el espaldar de la silla sus abrigos a naftalina y salieron a bailar
Pronto se desinhibieron  en el salón - ubicado en el Centro de Lima- Todos eran de la cofradía
y ¡vaya! observé, aun yo sentado,  la clase no lo perdían Si de  joven bailaba bien de viejo no perdía  su condición
Después de unas piezas, al hilo,  un par de muchacha porfiaron al portero entrar al local ¡Es que oír esa música bailable después de tanto tiempo abruma a cualquiera transeúnte! Era pegajosa y el estruendo  salía por los ventanales a la vereda de un restaurante del Centro de Lima
Ambas mujeres paseaban y una dijo a la otra -seguramente- ¿vamos a entrar?
 La faz de una de ellas parecida a la Estefania de Mónaco  sedujo pronto con la mirada a un diestro y avezado viejito que le invito a bailar
Algunos dicen que una buena bailarina  tiende a imaginar  el punto motor emana del centro de la espalda , otro, que está en el juego de manos, otro, mantener el ritmo en todo el cuerpo
 Pero Estefanía, pelo corto y cara dulcemente ovalada, parecía  lo tenía en la punta de su barbilla
Hacia  giros elegantes y medidos, aunado a su sonrisa perenne Mirándola bien no era tan joven, tendría cuarenta y tantos años pero en bailar era ágil como  chiquilla Sonriente siempre  , digo yo,  no por interés al viejo que le doblaba en edad sino al respeto, al baile, a la coreografía que engalanaba y, sobre todo, agradecerle por haberla sacado a bailar
Volteaba la cabeza y el cuerpo le seguía
Al hacer los cruces su barbilla erguida, ostentosa  de su condición, sin dejar  lanzar una descarga de sonrisas que al viejo al bailar,  ponía todo su esmero pensando, yo, ahorita se desploma
Al girar, ella daba  pequeña energía a la testa y se plantaba de nuevo  en su posición inicial
y sus hombros desnudos, sus pomelos maduros   me  decían que bonito bailaba
Y el viejo no le dejaba
Si estaba yo solo la sacaba a bailar aunque le pelea con el viejo iba ser no tan fácil
Estaba mi madre que se  enmohecía,  baile con mi madre
Pero otro día que estuve por el centro, un día sábado,  acudí al mismo local con la esperanza de verla de nuevo a Estefanía Pero nada que ver, ni el grupo musical ni ella, aun  almorcé pensando  que la vida me debe algo.

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