lunes, 18 de febrero de 2019

RINA Y SUS HERMANAS XXVIII Y XXIX


EPILOGO
XXVIII

Eliobaldo se había arrobado
En su nefelibata(1) de recuerdos
Qué, no había en Rina reparado

Qué, su alma producía cambios
clavada la nuca con una flecha
giraba constantemente el vaso

Pero de pronto, abrupta, Rina
Como si no pudiera más oír
Se levantó y se despidió, rauda

No me sigas Eliobaldo, adiós
Por favor te lo pido; y sin aclarar
corrió frenética al ascensor

Eliobaldo le podía alcanzar
pero quedó como  pasmado
Pensaba qué había dicho mal.
__
(1) persona soñadora que  no se da cuenta de la realidad




XXIX

No supo de luciferina Rina varios días
Luego a fines de los días de invierno
Fue a tentar la casa al nuevo dueño
su ex casa , a un tal Jorge Ananías

Luego de conversado un largo rato
Explicar el valor sensible de la casa
Estando por llegar a la contrata
Fuerte tocaron la puerta de pronto

Vio un policía y a la hermana de Rina
y Syra espetó dolida e insidiosa:

¡Éste es el que trastornó a mi hermana!
¡Éste debería estar preso y no ella!
Desde chico –indecente- la pretendía
Y ahora quería volver a enamorarla

»para exigirle vivir aquí con mi hermana
¡Este es el culpable, señor comisario,
el que aconsejó matar a mi cuñado,
muerto, por instigación de ésta víbora!

»¡Este es el que perturbó a mi hermana,
Éste debería estar preso y no ella! »

Cortó Elio, qué pasó jefe, no sé nada
de qué se me acusa, dijo con temblor
Intervino el policía que dijo: Señor
Se le acusa de coludirse con Rina Aluzema

»al homicidio calificado: por instigar
el envenenamiento  del señor Azarías
-y a la vez poniéndole las esposas
dijo por fin:- Acompáñeme por favor».

FIN





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