EPILOGO
XXVIII
Eliobaldo se había arrobado
En su nefelibata(1) de recuerdos
Qué, no había en Rina reparado
Qué, su alma producía cambios
clavada la nuca con una flecha
giraba constantemente el vaso
Pero de pronto, abrupta, Rina
Como si no pudiera más oír
Se levantó y se despidió,
rauda
No me sigas Eliobaldo, adiós
Por favor te lo pido; y sin
aclarar
corrió frenética al ascensor
Eliobaldo le podía alcanzar
pero quedó como pasmado
Pensaba qué había dicho mal.
__
(1) persona soñadora que no se da
cuenta de la realidad
XXIX
No supo de luciferina Rina
varios días
Luego a fines de los días de
invierno
Fue a tentar la casa al nuevo dueño
su ex casa , a un tal Jorge
Ananías
Luego de conversado un largo
rato
Explicar el valor sensible de
la casa
Estando por llegar a la contrata
Fuerte tocaron la puerta de
pronto
Vio un policía y a la hermana
de Rina
y Syra espetó dolida e
insidiosa:
¡Éste es el que trastornó a mi
hermana!
¡Éste debería estar preso y no
ella!
Desde chico –indecente- la pretendía
Y ahora quería volver a enamorarla
»para exigirle vivir aquí con
mi hermana
¡Este es el culpable, señor
comisario,
el que aconsejó matar a mi
cuñado,
muerto, por instigación de ésta
víbora!
»¡Este es el que perturbó a mi
hermana,
Éste debería estar preso y no
ella! »
Cortó Elio, qué pasó jefe, no sé
nada
de qué se me acusa, dijo con
temblor
Intervino el policía que dijo:
Señor
Se le acusa de coludirse con Rina
Aluzema
»al homicidio calificado: por instigar
el envenenamiento del señor Azarías
-y a la vez poniéndole las
esposas
dijo por fin:- Acompáñeme por
favor».
FIN
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