43
No sabía qué le
pasaba
Las cosas le caían
de la mano
los anteojos, la
pluma
la capacidad
prensil perdía,
y como un idiota
se reía
Sus ojos no
pensaban
sus oídos no
sabían
su nariz no
opinaba
su boca no sabía
lo que decía
Si ha vivido, solamente
su mente lo recordaba
pero si él muriera
todo, todo
acabaría
Era como aquel reo
metido a calabozo
cuyo celador
-cambiado por estaciones-
no le interesaba su
deslucida historia
Ni siquiera hacía
recuento de sus cosas
44
¿Por qué Dios no le castiga de una vez
Cercena aquello que desfloró vírgenes
y para siempre, de cúbito dorsal, quedara,
cercenado, para que no yerga más?
Finara pertinaz desatino de una vez
Porque sabía, cuánto prometía
Reencauzar para bien su vida no podía
Solo prometía e igual permanecía
¿Por qué Dios no le castiga de una vez?
Tal vez el hecho de que no lo haga
y le renueve indulgencia no pedida
es para que siga en la ciénaga, urdía
La vida le trata como si soltara al río
la cuerda de la serviola* para sondear
lo profundo, pero la cuerda le engaña
porque enredada va en una
saliente
Dar más revoluciones por minuto
Exigirse más, le sugieren algunos…
El laburo por llano que sea, honra
Pero sucede qué, si a ello camina,
-arrojo abultado-, no cuajaba su plan:
Testimoniar antes de partir a cielo azul.
___
*guía
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