sábado, 17 de noviembre de 2018

E l acordeón por Josemi Lorenzo Arribas




Acordeón, el instrumento de los músicos humildes
El acordeón es un curioso instrumento musical que llama la atención por su aspecto: dos manuales (de teclas, llaves o botones) dispuestos verticalmente en sendas cajas herméticas que se unen y separan por un fuelle que se expande y se contrae a voluntad del tañedor. El sonido se produce al pasar el aire que genera el fuelle por unos conductos provistos de una lengüeta metálica que se liberan o clausuran con las teclas. Desde el punto de vista técnico, el acordeón es un aerófono de lengüeta libre. A su familia pertenecen instrumentos que curiosamente se inventaron con muy pocos años de diferencia, como la armónica (1821), la concertina (1829), el bandoneón (1840) e incluso el armonio (1842).
 El acordeón se inventó también a inicios del siglo XIX, aunque existen lejanos antecedentes compartidos por diferentes culturas; el propio Leonardo da Vinci creó un ingenio, el órgano de papel, que recuerda al acordeón. Suele atribuirse a Demian Cyrill, un armenio afincado en Viena, y a sus hijos, fabricantes de órganos y pianos, el invento de lo que llamó accordion, en 1829. Se trataba de un pequeño instrumento de apenas 22 centímetros de ancho por 9 de alto y 6 de grosor, con cinco teclas para la mano derecha capaces de producir cada una un acorde, lo que le valió el nombre. Este acordeón diatónico (la nota que emite cada tecla es distinta según entre o salga el aire) tenía un fuelle con tres pliegues de cuero. Este prototipo se parece poco al acordeón actual, que es deudor de un ingenio inventado en 1780 por Kirsnik y Kratzenstein.
El piano del pobre
Tres son las características que hicieron triunfar al acordeón, instrumento que se extendió prácticamente por todo el mundo. En primer lugar, su naturaleza polifónica, armónica (reflejada en el propio nombre del instrumento), que permitía un rico relleno para acompañar una melodía. Después, su potencia sonora, que lo hacía apto para sonar en espacios abiertos, y, por último, la posibilidad de que el tañedor se acompañase a sí mismo cantando, circunstancia óptima en la música popular. Por todo ello, se popularizó de inmediato en la primera mitad del siglo XIX en toda Europa como instrumento acompañante.
El acordeón logró particular arraigo en el este del continente. En Rusia, por ejemplo, llenó cafés, cabarets o circos. En su popularización influyeron los gitanos balcánicos, con los que hoy se sigue identificando este instrumento. De hecho, se consideró al acordeón como «el piano del pobre», lo que recuerda otros instrumentos callejeros tañidos por ciegos, como la zanfoña. En España, en 1841, Juan Moreno construyó en Madrid el primer acordeón, con un ámbito melódico de dos escalas y media, y hacia 1850 el acordeón llegó a América. En la segunda mitad del siglo se vendió como instrumento de fácil aprendizaje autodidacta, aspecto en que insistían todos los tratados pedagógicos. En efecto, gracias al cifrado, se podía aprender a tocarlo aun sin saber solfeo.
 Algo poco conocido es la popularidad que el acordeón tuvo entre las mujeres. A Louise Reisner se debe la primera obra publicada para el instrumento, Thème varié très brillant, estrenada en París en 1836; también algunos tratados didácticos incluyeron a una acordeonista en su frontispicio, a modo de reclamo.
El actual instrumento, llamado acordeón convertor, posee gran capacidad armónica, y se sigue perfeccionando desde su creación hace medio siglo. Más despacio va la inclusión del acordeón como instrumento de música clásica, aunque cada vez son más los compositores que escriben repertorio para él.





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