sábado, 17 de junio de 2017

Desalilinización en Israel




Planta de Desalinización Sorek.

19 de julio de 2016 – A dieciséis kilómetros al sur de Tel Aviv, estoy en una pasarela sobre dos depósitos de hormigón del tamaño de campos de fútbol y veo el agua que se vierte en ellos de una enorme tubería que emerge de la arena. La tubería es tan grande que podría caminar dentro de ella en posición vertical, si no fuera que está llena de agua del mar Mediterráneo bombeada desde una toma a un kilómetro y medio de la costa.
“Ahora, ¡eso es una bomba!” me grita Edo Bar-Zeev, por encima del ruido de los motores, con una sonrisa de admiración no disimulada ante lo que tenemos frente a nosotros. Los depósitos debajo de nosotros contienen varios pies de arena a través de los cuales se filtra el agua del mar antes de ser conducida a un gran hangar metálico, donde es transformada en suficiente agua potable para abastecer a 1,5 millones de personas.
Estamos parados encima de la nueva planta desalinizadora Sorek, la mayor instalación de desalinización por ósmosis inversa del mundo, y estamos observando la salvación de Israel. Hace sólo unos pocos años, durante la peor sequía en por lo menos 900 años, Israel se estaba quedando sin agua. Ahora tiene un superávit. Ese notable cambio se logró a través de campañas nacionales para conservar y reutilizar los escasos recursos hídricos de Israel, pero el mayor impacto provino de una nueva ola de plantas de desalinización.
Bar-Zeev, que recientemente se unió al Instituto Zuckerberg de Israel para la Investigación del Agua, después de completar su trabajo de post-doctorado en la Universidad de Yale, es un experto en incrustación biológica, que siempre ha sido el talón de Aquiles de la desalinización y una de las razones por las que ha sido considerada como un último recurso. La desalinización funciona empujando el agua salada contra membranas que contienen poros microscópicos. El agua las atraviesa, mientras que las moléculas de sal, más grandes, no pueden hacerlo. Pero los microorganismos que hay en el agua de mar colonizan rápidamente las membranas y bloquean los poros, y controlarlos requiere, periódicamente, una costosa e intensiva limpieza química. Pero Bar-Zeev y sus colegas desarrollaron un sistema libre de químicos que usa piedra volcánica porosa para capturar los microorganismos antes de que lleguen a las membranas. Es sólo uno de los muchos avances en la tecnología de membranas que han hecho que la desalinización sea mucho más eficiente. Israel ahora obtiene el 55 por ciento de su agua para uso doméstico de la desalinización, y eso ha contribuido a convertir a uno de los países más secos del mundo en el más improbable de los gigantes del agua.
Impulsado por la necesidad, Israel está aprendiendo a sacar de una gota de agua más que cualquier país de la Tierra, y gran parte de ese aprendizaje está ocurriendo en el Instituto Zuckerberg, donde los investigadores han sido pioneros en nuevas técnicas de riego por goteo, tratamiento de aguas y desalinización. Han desarrollado sistemas de pozos resilientes para aldeas africanas y digestores biológicos que pueden reducir a la mitad el consumo de agua de la mayoría de los hogares.
La misión original del instituto era mejorar la vida en el desierto del Negev de Israel, más seco que una pasa, pero las lecciones parecen cada vez más aplicables a toda la Media Luna Fértil. “El Medio Oriente se está secando”, dice Osnat Gillor, profesor en el Instituto Zuckerberg que estudia el uso de aguas residuales recicladas para los cultivos. “El único país que no sufre estrés hídrico agudo es Israel”.
Ese estrés hídrico ha sido un factor importante en la agitación que desgarra al Medio Oriente, pero Bar-Zeev cree que las soluciones de Israel también pueden ayudar a sus resecos vecinos – y, en el proceso, reunir a viejos enemigos en una causa común.
Bar-Zeev reconoce que el agua, probablemente, sea una fuente de conflicto en el Medio Oriente en el futuro. “Pero creo que el agua, a través de empresas conjuntas, puede ser un puente”, dice. “Y una de esas empresas es la desalinización”.
IMPULSADO POR LA DESESPERACIÓN
En 2008, Israel estuvo al borde de la catástrofe. Una sequía de diez años había chamuscado la Media Luna Fértil, y la mayor fuente de agua potable de Israel, el Mar de Galilea, se había reducido a unos pocos centímetros de la “línea negra” en la que la irreversible infiltración de sal podría inundar el lago y arruinarlo para siempre. Se impusieron restricciones de agua, y muchos agricultores perdieron los cultivos de un año.
A sus homólogos de Siria les fue mucho peor. A medida que se intensificaba la sequía y el nivel freático se hundía, los agricultores de Siria la perseguían, perforando pozos de 100, 200, luego de 500 metros, en una carrera literal hasta el fondo. Finalmente, los pozos se secaron y las tierras de cultivo de Siria colapsaron en una épica tormenta de polvo. Más de un millón de agricultores se juntaron masivamente en villas miseria en las afueras de Alepo, Homs, Damasco y otras ciudades en un vano intento de encontrar trabajo y objetivos.
Y eso, según los autores de “Cambio Climático en la Media Luna Fértil y Consecuencias de la Reciente Sequía Siria”, un trabajo de 2015 de Proceedings of the National Academy of Sciences, fue la yesca que incendió a Siria hasta ras de la tierra. “El rápido crecimiento de las periferias urbanas de Siria”, escribieron, “marcada por los asentamientos ilegales, el hacinamiento, la mala infraestructura, el desempleo y la delincuencia, fueron desatendidos por el gobierno de Assad y se convirtieron en el centro del desarrollo de disturbios”.
Historias similares se están desarrollando en todo el Medio Oriente, donde la sequía y el colapso agrícola han producido una generación perdida, sin perspectivas y con latentes resentimientos. Irán, Irak y Jordania, todos enfrentan catástrofes de agua. El agua está impulsando a toda la región a actos desesperados.
MÁS AGUA QUE LA NECESARIA
Excepto Israel. Sorprendentemente, Israel tiene más agua de la que necesita. El cambio radical se inició en 2007, cuando, en todo el país, se instalaron inodoros de bajo flujo y cabezales de ducha, y la autoridad nacional del agua construyó sistemas de tratamiento de aguas innovadores que recuperan el 86 por ciento del agua de desagüe y lo utiliza para el riego – muchísimo más que el segundo país más eficiente del mundo, España, que recicla el 19 por ciento.
Pero incluso con esas medidas, Israel todavía necesitaba alrededor de 1,9 millones de metros cúbicos de agua potable por año y sólo estaba obteniendo 1,4 millones de metros cúbicos de fuentes naturales. Ese déficit de 500 millones de metros cúbicos  era la razón por la que el mar de Galilea estaba drenando como una bañera sin tapón y la razón por la que el país estaba a punto de perder sus granjas.
Se introduce la desalinización. La planta de Ashkelon, en 2005, proporcionaba 127 millones de metros cúbicos de agua. Hadera, en 2009, produjo otros 140 millones de metros cúbicos. Y ahora Sorek, 150 millones de metros cúbicos. En total, las plantas desalinizadoras pueden proporcionar unos 600 millones de metros cúbicos de agua al año, y hay más en camino.
El Mar de Galilea está más completo. Las granjas de Israel están prosperando. Y el país se enfrenta a una pregunta previamente incomprensible: ¿Qué hacer con el agua extra?
DIPLOMACIA DEL AGUA
Dentro de Sorek, 50.000 membranas encerradas en cilindros verticales blancos, cada uno de 1,20 metros de alto y 40 centímetros de ancho, zumban como motores a reacción. Todo esto se siente como una palpitante nave espacial a punto de despegar. Los cilindros contienen hojas de membranas de plástico que envuelven un tubo central, y las membranas están punteadas con poros de menos de un centésimo del diámetro de un cabello humano. El agua se proyecta en los cilindros a una presión de 70 atmósferas y es empujada a través de las membranas, mientras que la salmuera restante es devuelta al mar.
La desalinización solía ser un caro tragón de energía, pero el tipo de tecnologías avanzadas que se emplea en Sorek ha cambiado las cosas. El agua producida por desalinización cuesta sólo un tercio de lo que costaba en la década de los años 1990. Sorek puede producir mil litros de agua potable a 58 centavos de dólar. Los hogares israelíes pagan alrededor de US$30 al mes por su agua – similar a los hogares en la mayoría de las ciudades de EE.UU, y mucho menos que en Las Vegas (US$47) o Los Angeles (US$58).
La Asociación Internacional de Desalinización afirma que 300 millones de personas obtienen agua de la desalinización, y ese número está creciendo rápidamente. IDE, la compañía israelí que construyó Ashkelon, Hadera y Sorek, recientemente terminó la desalinizadora de Carlsbad en el sur de California, una prima cercana de sus plantas de Israel, y tiene muchas más construyéndose. A nivel mundial, se están completando el equivalente de seis plantas Sorek por año. La era de la desalinización está aquí.
Lo que más entusiasma a Bar-Zeev es la oportunidad para la diplomacia del agua. Israel suministra agua a la Margen Occidental, como es requerido por los Acuerdos de Oslo II de 1995, pero los palestinos todavía reciben mucho menos de lo que necesitan. El agua se ha enredado con otras negociaciones en el condenado proceso de paz, pero ahora que hay más por llegar, muchos observadores ven la oportunidad de despolitizarla. Bar-Zeev tiene ambiciosos planes para una conferencia en 2018, sobre El Agua No Conoce Fronteras, que reunirá a científicos del agua de Egipto, Turquía, Jordania, Israel, la Margen Occidental y Gaza para una reunión de cerebros.
Aún más ambicioso es el Canal Mar Rojo-Mar Muerto, de US$900 millones, una empresa conjunta entre Israel y Jordania para construir una enorme planta de desalinización en el Mar Rojo, donde comparten una frontera, y dividir el agua entre israelíes, jordanos y palestinos. La descarga de salmuera de la planta se enviará por tuberías a 160 kilómetros al norte a través de Jordania para rellenar el Mar Muerto, que ha estado disminuyendo de nivel un metro por año desde que, en la década de los años 1960, los dos países comenzaron a desviar el único río que lo alimenta. En 2020, estos antiguos enemigos beberán del mismo grifo.
En el otro extremo de la planta Sorek, Bar-Zeev y yo también compartimos un grifo. Ramificada desde la línea principal, donde el agua de Sorek ingresa en la red israelí, hay un simple grifo y al lado un expendedor de vasos de papel. Abro el grifo y bebo un vaso tras otro de lo que era el mar Mediterráneo 40 minutos antes. Es fría, clara y milagrosa.
Los contrastes no podrían ser más marcados. A pocos kilómetros de aquí, el agua desaparece y la civilización se desmorona. Aquí, una civilización galvanizada creó agua de la nada. Mientras Bar-Zeev y yo bebemos profundamente, y el clima crepita, me pregunto cuál de estas historias será la excepción, y cuál la regla

http://www.scientificamerican.com/article/israel-proves-the-desalination-era-is-here/

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