Planta de Desalinización Sorek.
19 de julio de 2016 – A dieciséis
kilómetros al sur de Tel Aviv, estoy en una pasarela sobre dos depósitos de
hormigón del tamaño de campos de fútbol y veo el agua que se vierte en ellos de
una enorme tubería que emerge de la arena. La tubería es tan grande que podría
caminar dentro de ella en posición vertical, si no fuera que está llena de agua
del mar Mediterráneo bombeada desde una toma a un kilómetro y medio de la
costa.
“Ahora, ¡eso es una bomba!” me grita Edo
Bar-Zeev, por encima del ruido de los motores, con una sonrisa de admiración no
disimulada ante lo que tenemos frente a nosotros. Los depósitos debajo de
nosotros contienen varios pies de arena a través de los cuales se filtra el
agua del mar antes de ser conducida a un gran hangar metálico, donde es
transformada en suficiente agua potable para abastecer a 1,5 millones de
personas.
Estamos parados encima de la nueva planta
desalinizadora Sorek, la mayor instalación de desalinización por ósmosis
inversa del mundo, y estamos observando la salvación de Israel. Hace sólo unos
pocos años, durante la peor sequía en por lo menos 900 años, Israel se estaba
quedando sin agua. Ahora tiene un superávit. Ese notable cambio se logró a
través de campañas nacionales para conservar y reutilizar los escasos recursos
hídricos de Israel, pero el mayor impacto provino de una nueva ola de plantas
de desalinización.
Bar-Zeev, que recientemente se unió al
Instituto Zuckerberg de Israel para la Investigación del Agua, después de completar
su trabajo de post-doctorado en la Universidad de Yale, es un experto en
incrustación biológica, que siempre ha sido el talón de Aquiles de la
desalinización y una de las razones por las que ha sido considerada como un
último recurso. La desalinización funciona empujando el agua salada contra
membranas que contienen poros microscópicos. El agua las atraviesa, mientras
que las moléculas de sal, más grandes, no pueden hacerlo. Pero los
microorganismos que hay en el agua de mar colonizan rápidamente las membranas y
bloquean los poros, y controlarlos requiere, periódicamente, una costosa e
intensiva limpieza química. Pero Bar-Zeev y sus colegas desarrollaron un
sistema libre de químicos que usa piedra volcánica porosa para capturar los
microorganismos antes de que lleguen a las membranas. Es sólo uno de los muchos
avances en la tecnología de membranas que han hecho que la desalinización sea
mucho más eficiente. Israel ahora obtiene el 55 por ciento de su agua para uso
doméstico de la desalinización, y eso ha contribuido a convertir a uno de los
países más secos del mundo en el más improbable de los gigantes del agua.
Impulsado por la necesidad, Israel está
aprendiendo a sacar de una gota de agua más que cualquier país de la Tierra, y
gran parte de ese aprendizaje está ocurriendo en el Instituto Zuckerberg, donde
los investigadores han sido pioneros en nuevas técnicas de riego por goteo,
tratamiento de aguas y desalinización. Han desarrollado sistemas de pozos
resilientes para aldeas africanas y digestores biológicos que pueden reducir a
la mitad el consumo de agua de la mayoría de los hogares.
La misión original del instituto era
mejorar la vida en el desierto del Negev de Israel, más seco que una pasa, pero
las lecciones parecen cada vez más aplicables a toda la Media Luna Fértil. “El
Medio Oriente se está secando”, dice Osnat Gillor, profesor en el Instituto
Zuckerberg que estudia el uso de aguas residuales recicladas para los cultivos.
“El único país que no sufre estrés hídrico agudo es Israel”.
Ese estrés hídrico ha sido un factor
importante en la agitación que desgarra al Medio Oriente, pero Bar-Zeev cree
que las soluciones de Israel también pueden ayudar a sus resecos vecinos – y,
en el proceso, reunir a viejos enemigos en una causa común.
Bar-Zeev reconoce que el agua,
probablemente, sea una fuente de conflicto en el Medio Oriente en el futuro.
“Pero creo que el agua, a través de empresas conjuntas, puede ser un puente”,
dice. “Y una de esas empresas es la desalinización”.
IMPULSADO POR LA DESESPERACIÓN
En 2008, Israel estuvo al borde de la
catástrofe. Una sequía de diez años había chamuscado la Media Luna Fértil, y la
mayor fuente de agua potable de Israel, el Mar de Galilea, se había reducido a
unos pocos centímetros de la “línea negra” en la que la irreversible
infiltración de sal podría inundar el lago y arruinarlo para siempre. Se
impusieron restricciones de agua, y muchos agricultores perdieron los cultivos
de un año.
A sus homólogos de Siria les fue mucho
peor. A medida que se intensificaba la sequía y el nivel freático se hundía,
los agricultores de Siria la perseguían, perforando pozos de 100, 200, luego de
500 metros, en una carrera literal hasta el fondo. Finalmente, los pozos se
secaron y las tierras de cultivo de Siria colapsaron en una épica tormenta de
polvo. Más de un millón de agricultores se juntaron masivamente en villas
miseria en las afueras de Alepo, Homs, Damasco y otras ciudades en un vano
intento de encontrar trabajo y objetivos.
Y eso, según los autores de “Cambio
Climático en la Media Luna Fértil y Consecuencias de la Reciente Sequía Siria”,
un trabajo de 2015 de Proceedings of the National Academy of Sciences, fue la
yesca que incendió a Siria hasta ras de la tierra. “El rápido crecimiento de
las periferias urbanas de Siria”, escribieron, “marcada por los asentamientos
ilegales, el hacinamiento, la mala infraestructura, el desempleo y la
delincuencia, fueron desatendidos por el gobierno de Assad y se convirtieron en
el centro del desarrollo de disturbios”.
Historias similares se están desarrollando
en todo el Medio Oriente, donde la sequía y el colapso agrícola han producido
una generación perdida, sin perspectivas y con latentes resentimientos. Irán,
Irak y Jordania, todos enfrentan catástrofes de agua. El agua está impulsando a
toda la región a actos desesperados.
MÁS AGUA QUE LA NECESARIA
Excepto Israel. Sorprendentemente, Israel
tiene más agua de la que necesita. El cambio radical se inició en 2007, cuando,
en todo el país, se instalaron inodoros de bajo flujo y cabezales de ducha, y
la autoridad nacional del agua construyó sistemas de tratamiento de aguas
innovadores que recuperan el 86 por ciento del agua de desagüe y lo utiliza
para el riego – muchísimo más que el segundo país más eficiente del mundo,
España, que recicla el 19 por ciento.
Pero incluso con esas medidas, Israel
todavía necesitaba alrededor de 1,9 millones de metros cúbicos de agua potable
por año y sólo estaba obteniendo 1,4 millones de metros cúbicos de fuentes
naturales. Ese déficit de 500 millones de metros cúbicos era la razón por la que el mar de Galilea
estaba drenando como una bañera sin tapón y la razón por la que el país estaba
a punto de perder sus granjas.
Se introduce la desalinización. La planta
de Ashkelon, en 2005, proporcionaba 127 millones de metros cúbicos de agua.
Hadera, en 2009, produjo otros 140 millones de metros cúbicos. Y ahora Sorek,
150 millones de metros cúbicos. En total, las plantas desalinizadoras pueden
proporcionar unos 600 millones de metros cúbicos de agua al año, y hay más en camino.
El Mar de Galilea está más completo. Las
granjas de Israel están prosperando. Y el país se enfrenta a una pregunta
previamente incomprensible: ¿Qué hacer con el agua extra?
DIPLOMACIA DEL AGUA
Dentro de Sorek, 50.000 membranas
encerradas en cilindros verticales blancos, cada uno de 1,20 metros de alto y
40 centímetros de ancho, zumban como motores a reacción. Todo esto se siente
como una palpitante nave espacial a punto de despegar. Los cilindros contienen
hojas de membranas de plástico que envuelven un tubo central, y las membranas
están punteadas con poros de menos de un centésimo del diámetro de un cabello
humano. El agua se proyecta en los cilindros a una presión de 70 atmósferas y
es empujada a través de las membranas, mientras que la salmuera restante es
devuelta al mar.
La desalinización solía ser un caro tragón
de energía, pero el tipo de tecnologías avanzadas que se emplea en Sorek ha
cambiado las cosas. El agua producida por desalinización cuesta sólo un tercio
de lo que costaba en la década de los años 1990. Sorek puede producir mil
litros de agua potable a 58 centavos de dólar. Los hogares israelíes pagan
alrededor de US$30 al mes por su agua – similar a los hogares en la mayoría de
las ciudades de EE.UU, y mucho menos que en Las Vegas (US$47) o Los Angeles
(US$58).
La Asociación Internacional de
Desalinización afirma que 300 millones de personas obtienen agua de la
desalinización, y ese número está creciendo rápidamente. IDE, la compañía
israelí que construyó Ashkelon, Hadera y Sorek, recientemente terminó la
desalinizadora de Carlsbad en el sur de California, una prima cercana de sus
plantas de Israel, y tiene muchas más construyéndose. A nivel mundial, se están
completando el equivalente de seis plantas Sorek por año. La era de la
desalinización está aquí.
Lo que más entusiasma a Bar-Zeev es la
oportunidad para la diplomacia del agua. Israel suministra agua a la Margen
Occidental, como es requerido por los Acuerdos de Oslo II de 1995, pero los
palestinos todavía reciben mucho menos de lo que necesitan. El agua se ha
enredado con otras negociaciones en el condenado proceso de paz, pero ahora que
hay más por llegar, muchos observadores ven la oportunidad de despolitizarla.
Bar-Zeev tiene ambiciosos planes para una conferencia en 2018, sobre El Agua No
Conoce Fronteras, que reunirá a científicos del agua de Egipto, Turquía,
Jordania, Israel, la Margen Occidental y Gaza para una reunión de cerebros.
Aún más ambicioso es el Canal Mar Rojo-Mar
Muerto, de US$900 millones, una empresa conjunta entre Israel y Jordania para
construir una enorme planta de desalinización en el Mar Rojo, donde comparten
una frontera, y dividir el agua entre israelíes, jordanos y palestinos. La
descarga de salmuera de la planta se enviará por tuberías a 160 kilómetros al
norte a través de Jordania para rellenar el Mar Muerto, que ha estado
disminuyendo de nivel un metro por año desde que, en la década de los años
1960, los dos países comenzaron a desviar el único río que lo alimenta. En
2020, estos antiguos enemigos beberán del mismo grifo.
En el otro extremo de la planta Sorek,
Bar-Zeev y yo también compartimos un grifo. Ramificada desde la línea
principal, donde el agua de Sorek ingresa en la red israelí, hay un simple
grifo y al lado un expendedor de vasos de papel. Abro el grifo y bebo un vaso
tras otro de lo que era el mar Mediterráneo 40 minutos antes. Es fría, clara y
milagrosa.
Los contrastes no podrían ser más marcados.
A pocos kilómetros de aquí, el agua desaparece y la civilización se desmorona.
Aquí, una civilización galvanizada creó agua de la nada. Mientras Bar-Zeev y yo
bebemos profundamente, y el clima crepita, me pregunto cuál de estas historias
será la excepción, y cuál la regla
http://www.scientificamerican.com/article/israel-proves-the-desalination-era-is-here/
Nir Barkat: “Jerusalén tiene una filosofía
integradora”
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