El amor duele
Introducción
La tía Nadelia delicada de salud, se había operado
de un cáncer al estómago y se reponía en casa de sus padres porque estaba cerca
al hospital Neoplásicas donde
periódicamente se sometía a la quimio terapia. Un día llamó por teléfono a su sobrina
Brenda. Esta, casada, radicaba en Arequipa muchos años haciendo su vida marital
con su esposo que era de ahí, y por su profesión.
Brenda, apenas nacida, su padre falleció en un
asalto a mano armada; dio a resultas que
su madre hiciera otra vida con otro hombre del que poco recordaba a no ser la
exigencia de éste de expatriarla ya que de
esa segunda convivencia su madre tenía varios
hijos más
Pues Brenda recaló, casi iniciando su secundaria, en
casa de sus abuelos donde estaba la tía Nadelia, hermana de su padre a quién,
si, recordaba con afecto y le hacia visitas periódicas.
-Brenda, le
dijo, apenas llegó, quiero decirte algo que siempre callé para no perturbar tu
crecimiento pero ahora que eres mayor
será mejor, incluso, antes que te lo diga lo leas tu misma. Abre la puerta del
ropero, en el último cajón hay un díptico escrito por tu padre. Léelo, ahora
no, en la noche cuando te recojas y con serenidad...
Tu padre era
un hombre raro, raro porque no salía mucho de su cuarto, era mi mayor por
quince años, o sea, yo no pude comprenderlo porque sus afanes eran diferentes,
solo veía y oía las cosas que decía.
Cuando
vivíamos en casa de la ensenada y, luego, aquí, no era mucho de salir salvo a
su trabajo o a la universidad, era reservado
incluso para mis padres porque no contaba lo que hacia. Si cuarto era su
claustro, ahí nadie entraba.
Tu padre no
era malo como después tu madre lo propaló.
Antes que se
mudara de aquí a la ensenada –era su regreso-para cuidarla (a tu madre) que te
estaba gestando esperó un día que mis padres salieran, vi, en un descuido de
él, que en varias cajas había resmas de cuadernillos
escritos a máquina, de esa máquinas antiguas, creo que era Remington…
A la semana de
fallecido mi hermano fuimos a visitarlos con tus abuelos para hacer una misa de
los siete días y desde la subida vimos
como un hoguera se desprendía desde la terraza de la casa de la ensenada
Pensabamos era un incendio y rápido subimos Vimos a tu mamá que
incineraba los
cuadernos que yo había visto meses antes.
Mis padres no
dieron importancia porque desconocían su arte
Pude rescatar
este único cuadernillo antes que se quemara del todo, cuando tu mamá por atender a tus abuelos creyó que todo estaba consumido,
lo limpié y lo guardé en mi mochila.
Cuando luego en
casa lo leí lo puse en autos a mis
padres. Ellos volvieron a la
ensenada aclarar los problemas que tenían.
La versión había sido que murió mi hermano acuchillado por no dejarse robar
cuando se dirigía a casa pero la realidad había sido diferente, y, eso, tu madre había
callado.
Ante la
discusión constante con tu madre que era de un carácter explosivo
un día abandonó
la casa de la ensenada y no se supo de ella ni de ti hasta muchos años después
cuando, un día, para felicidad nuestra, te trajo , niña grande, a la casa nueva
para dejarte. Al poco tiempo, como tú
sabes, me casé y también me fui de la casa pero tú te quedaste con tus abuelos.
Han pasado tantos años y ante mi enfermedad, que en verdad, no
se cómo saldré volví a casa de mis
padres para el periodo de convalecencia
y sobre todo para rebuscar este cuadernillo y dártelo para que mejor conocieras a tu padre.
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Introducción de un trabajo
mío que estoy preparando de treinta páginas aproximadamente y pronto bloguearé.
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