martes, 19 de abril de 2016

El amor duele

El amor duele
    Introducción

La tía Nadelia delicada de salud, se había operado de un cáncer al estómago y se reponía en casa de sus padres porque estaba cerca al hospital Neoplásicas  donde periódicamente se sometía a la quimio terapia. Un día llamó por teléfono a su sobrina Brenda. Esta, casada, radicaba en Arequipa muchos años haciendo su vida marital con su esposo que era de ahí, y por su profesión.
Brenda, apenas nacida, su padre falleció en un asalto a mano armada; dio a resultas  que su madre hiciera otra vida con otro hombre del que poco recordaba a no ser la exigencia de éste de expatriarla  ya que de esa segunda  convivencia su madre tenía varios hijos más
Pues Brenda recaló, casi iniciando su secundaria, en casa de sus abuelos donde estaba la tía Nadelia, hermana de su padre a quién, si, recordaba con afecto y le hacia visitas periódicas.

-Brenda, le dijo, apenas llegó, quiero decirte algo que siempre callé para no perturbar tu crecimiento  pero ahora que eres mayor será mejor, incluso, antes que te lo diga lo leas tu misma. Abre la puerta del ropero, en el último cajón hay un díptico escrito por tu padre. Léelo, ahora no, en  la noche cuando te recojas y con serenidad...
Tu padre era un hombre raro, raro porque no salía mucho de su cuarto, era mi mayor por quince años, o sea, yo no pude comprenderlo porque sus afanes eran diferentes, solo  veía y oía las cosas que decía.
Cuando vivíamos en casa de la ensenada y, luego, aquí, no era mucho de salir salvo a su trabajo o a la universidad, era reservado  incluso para mis padres porque no contaba lo que hacia. Si cuarto era su claustro, ahí nadie entraba.
Tu padre no era malo como después tu madre lo propaló.
Antes que se mudara de aquí a la ensenada –era su regreso-para cuidarla (a tu madre) que te estaba gestando esperó un día que mis padres salieran, vi, en un descuido de él, que en varias cajas había resmas  de cuadernillos escritos a máquina, de esa máquinas antiguas, creo que era Remington…

A la semana de fallecido mi hermano fuimos a visitarlos con tus abuelos para hacer una misa de los siete días  y desde la subida vimos como un hoguera se desprendía desde la terraza de la casa de la ensenada Pensabamos era un incendio y rápido subimos Vimos a tu mamá que
incineraba los cuadernos que yo había visto meses antes.
Mis padres no dieron importancia porque desconocían su arte
Pude rescatar este único cuadernillo antes que se quemara del todo, cuando tu mamá por  atender a tus abuelos creyó que todo estaba consumido, lo limpié y lo guardé en mi mochila.
Cuando luego en casa lo leí lo puse en autos a mis  padres. Ellos volvieron  a la ensenada aclarar los problemas que tenían.  La versión había sido que murió mi hermano acuchillado por no dejarse robar cuando se dirigía a casa pero la realidad  había sido diferente, y, eso, tu madre había callado.

Ante la discusión constante con tu madre que era de un carácter explosivo
un día abandonó la casa de la ensenada y no se supo de ella ni de ti hasta muchos años después cuando, un día, para felicidad nuestra, te trajo , niña grande, a la casa nueva para dejarte.  Al poco tiempo, como tú sabes, me casé y también me fui de la casa pero tú te quedaste con tus abuelos.

Han pasado  tantos  años y ante mi enfermedad, que en verdad, no se cómo saldré volví  a casa de mis padres para el periodo de convalecencia  y sobre todo para rebuscar este cuadernillo y dártelo para que mejor  conocieras a tu padre.

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Introducción de un trabajo mío que estoy preparando de treinta páginas aproximadamente  y pronto bloguearé.


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