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El viejo estaba en un límite
de cordura e incordurara
Peleaban lo suyo tomarle
Alteraban su deambular
Y tambien sentia hambre
Un salón pequeño con trastienda
Pocas personas sentadas
-la mayoría llevaba al paso,
sobre todo, los helados-
Entró a tomar un chocolate
Sofás largos frente a frente
Tres señoras mediana edad
acostado a los espaldares
En medio, bocadillos de mesa
antipasto en tortilla había
Hacían frente a dos varones
casual reunión departían
Cumpleaños de uno parecía
El viejo se sentó con éstos
sin decir ni una palabra
Una señora vino con su hija
Doce o trece años, no más
A su edad bien desarrollada
Sin pena a la impertinencia
Melindrosa se comportaba
Al viejo el sueño le vencía
No poder dormir varias noches
Maquinalmente bajaba los ojos
como si tras los párpados viera
¡las piernas torneadas de la nena!
Blanca como una losa china
Jarra de leche en forma de pera
bajo la falda a bobos mojada tutu
Presto los subía -molesto consigo-
Levantaba su vaso tecnopor
pero sin que se lo propusiera
nuevamente bajaba la mirada
justo a las piernas cruzadas
La mamá conversaba con otra
y la hija hacía remilgos de niña
Salió al excusado un momento
tal de intimidarse a sí mismo
haciendo un haka ante el espejo:
¿Tengo acaso cara de cojer niños?
Cuando salió un hombre le encaró:
¿Eres el depravado que mira a mi hija?
No le dio tiempo al viejo responder
Lo arrojó sobre una mesa vacía
y luego la mesa quedó sobre él
Ante la duda del dueño, exageró:
¡Es un anormal que se la corría
después de acosar a mi tierna hija!
El hombre y el dependiente
lo botaron a empujones afuera
¡Policía, policía!, gritaron a la guardia
Y el viejo en vez de ir al contrario
Corrió asustado directo a la plaza
Ante el corro de gente que seguía:
¡Tras él, agárrenlo, agárrenlo!
El pelotón reparó la barahúnda
Al verlo corriendo fueron tras él
Un dependiente de artesanía
Dos meseros de un restaurante
El dueño de un agente de viajes
Todos al unísono gritaban:
¡Viejo depravado, agárrenlo!
¡viejo depravado, agárrenlo!
Y los policías de resguardo
lo cogieron y lo metieron a un auto
Y el viejo imploraba al aire:
¡Yo no hice nada, yo no hice nada!
Y la chuzma por el ventanuco
le gritaba improperios
Y al viejo le hirvió la sangre
Ver, gente harto grosera
que sin haber visto nada
se colaba a la indolencia
¡Dia cercano -pronosticó-
Caerá sobre ustedes informales
el peor castigo de dios!
Y a los uniformados policias:
Rezarán de rodillas la ingente
cantidad de compañeros muertos
-¿Y cual es el peor castigo de dios?,
inquirió un displicente efectivo
-¡La peor pandemia de la historia!
FIN
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