Ya no soy dueño de mi tiempo, ya no;
recuerdo que solía salir de mi casa,
sin apuro, despreocupado, un domingo
haciendo tiempo en el paradero
con las manos en los bolsillos,
apoyado al poste de alumbrado
con un cigarro en los labios
tanteando donde ir, què, casi siempre,
empezaba por el centro de Lima.
En una plaza acogedora
sentado en un banco de madera
compraba un diario que leía sin apuro
buscando donde entretener la tarde.
Pero antes, buscaba un restaurante
pedía a la carta, mientras sorbía una cola
repasando la sección literaria
Ya no soy dueño de mi tiempo, ya no;
hasta el cuerpo se cansa sin hacer nada
la presión que la noche no alcanza sosegar
inacabables las cuentas por pagar
mi salud precaria y la de mis padres
además, requerimientos de los míos
me recriminan no hacer lo suficiente.
Ya no soy dueño de mi tiempo, ya no
hasta el cuerpo se cansa sin hacer nada
que salir como antes, presto, me desgana.
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