VIII
La niña de sus sueños, ¡su
hermana!
Atropellada niña en la
ensenada
María Celeste Clara se llamaba
La que aun en su
catacumba
Conocedora su separación
De su vida tortuosa y penosa,
Le empujaba a la oportunidad
Sirviéndose María de celestina
-creía- esa forma hincaba la unión
Niña, cuando se quedaba en
casa
Solía ir a las casas de la
vecindad
De Rina y sus hermanas, preferida
Le llevaba a Elio al Mercado Central
(1),
Y Celeste se quedaba, o al
revés,
La madre, no podía llevar a
los dos
_
(1)donde la madre de Elio vendía
limones
IX
Entonces, sin saber en qué acabaría
Fue a buscar a Rina en la
ensenada
Buscarla para verla en qué andaba
Pretexto: quería recomprar su
casa
para uno de sus tantos hijos
Sería coartada si le
preguntaba
Seguía viviendo allí con sus
hijos
No todos lograron salir de la rada
Casi se queda él, salió a los treintas
Su casa estaba antes de Rina,
o sea
Sentado en la grada de su ex calle
Tenía que verla salir a la bodega
De ella, un corredor de largo amuralle
Podría verla ir de un lado a
la sala
Del camino –llamarla- posiblemente
No pensaba volver a su casa
vieja
Pero, allí, sentado en la
grada estaba
Era otro el nuevo dueño, y no
estaba
¡Épale!, se encontraron en la
vereda
Como antaño cuando sus
hermanas;
No lloriqueó por sus lágrimas
en veda
A ella le abrillantó en láminas
el iris
Estaba apurada porque iba al
Seguro:
¿Por
qué no me sigues y conversamos?
Al punto dijo, su padre había muerto
E iba al seguro por los devengados
Elio: el mío también, no hace mucho
Y sus penas, uno más uno
sumaba
Oía su voz suave que le
endulzaba
Si bien era cierto nunca su novia
Insistió Elio con lo de la
recompra
Si bien algo quería redimir era
a ella
Y si accedía— ¡ahora sí!- lo adquiría
Pero aún no estaba a la
estocada
Tenía que saber más, si rima
Rina
Para ver si con su sueño
coincidía
Algo quedaba
de su grácil figura
Muchos años
no veía sus hoyuelos
Tiernos
huequitos de su carita
Desapercibido
don para muchos,
Incluso
a sus hijos y a ella misma
pero
revivía al devoto de antes
Andar juntos,
la notó esbelta a Rina
Le hizo
decir en silencio cómplice:
Donde fuego hubo, favilas queda
Entristecía verla tras largo
tiempo
Mientras la escuchaba la
miraba
Los años no perdonaban ni un
rizo
El
mejor espejo de uno, citaba,
Encontrarse
una amiga madura,
más aun,
luego de larga ausencia.
_
autor Jrosual
autor Jrosual
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