sábado, 23 de julio de 2016

Almir/ va blog          

Almir, era un hombre humilde, sin ninguna formación, trabajaba en la iglesia de una pequeña ciudad del interior del Brasil. Su trabajo consistía en dar campanadas a las horas que determinaba el padre.
Pero un día el obispo decidió que los funcionarios de la iglesia tuvieran, al menos, estudios primarios. Para el viejo campanero analfabeto y demasiado mayor para empezar de nuevo, ello, significó el fin de su trabajo.
A la mañana siguiente se sentó en un banco de la plaza pensando sobre su futuro incierto. Para liar un cigarro de paja  pidió prestado un poco a sus amigos que se encontraban por ahí. Pero todos tenían el mismo problema para obtener tabaco, debían ir a la ciudad vecina a comprarlo.

-Tienes tiempo de sobra, dijo uno de sus amigos,  tú vas a comprar tabaco y nosotros te pagamos una comisión.

Así, Almir tuvo la visión de dedicarse a comerciar, cosa que en pocos años consiguió prosperar y dijo: No hay bien que por mal no venga.


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