Almir/ va blog
Almir, era un hombre humilde,
sin ninguna formación, trabajaba en la iglesia de una pequeña ciudad del interior
del Brasil. Su trabajo consistía en dar campanadas a las horas que determinaba
el padre.
Pero un día el obispo decidió
que los funcionarios de la iglesia tuvieran, al menos, estudios primarios. Para
el viejo campanero analfabeto y demasiado mayor para empezar de nuevo, ello,
significó el fin de su trabajo.
A la mañana siguiente se
sentó en un banco de la plaza pensando sobre su futuro incierto. Para liar un
cigarro de paja pidió prestado un poco a
sus amigos que se encontraban por ahí. Pero todos tenían el mismo problema para
obtener tabaco, debían ir a la ciudad vecina a comprarlo.
-Tienes tiempo de sobra, dijo
uno de sus amigos, tú vas a comprar
tabaco y nosotros te pagamos una comisión.
Así, Almir tuvo la visión de
dedicarse a comerciar, cosa que en pocos años consiguió prosperar y dijo: No
hay bien que por mal no venga.
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