domingo, 16 de junio de 2019

LA LUCIÉRNAGA




La luciérnaga (Photinus pyralis) es un insecto coleóptero, omnívoro y de unos tres centímetros de largo que suele habitar en zonas húmedas. Su peculiaridad más notable es la de disponer de un órgano fosforescente –fotógeno– en la parte inferior del abdomen que les permite brillar en la oscuridad.

En esa zona de su cuerpo disponen de un compuesto orgánico llamado luciferina –productor de luciferasa– que, al entrar en contacto con el oxígeno de la respiración, y con el trifosfato de adenosina, es capaz de desencadenar una reacción química que acaba generando oxiluciferina, monosfosfato de adenosina y luz.

Además, las células del abdomen de estos coleópteros disponen de ácido úrico, el cual ayuda a la difusión de la luz. En este sentido, podríamos decir que las luciérnagas son uno de los alquimistas más eficientes de la naturaleza.

La longitud de onda que emite la luciérnaga fluctúa en una horquilla comprendida entre 510 y 670 nanómetros, lo cual se traduce en una variada paleta de colores -amarillo pálido, rojizo o verde claro–. Estas irisaciones varían según la especie, por eso en un paseo nocturno podemos descubrir luciérnagas verdosas, rojizas-anaranjadas o amarillentas.


Emplean la luz para atraer a los machos
La luz de la luciérnaga es la más eficiente de la naturaleza, ya que casi el cien por cien de la energía de la reacción química acaba transformándose en centelleo. Para que nos hagamos una idea, un foco tan sólo emite el diez por ciento de su energía en haces de luz, el resto se pierde en forma de calor.

Debido a que la luciérnaga puede regular a capricho el aire que penetra en su abdomen ella misma es capaz de crear la pauta intermitente de luminosidad que todos hemos visto alguna vez.

El fulgor que genera tiene una triple función: defensa, caza y reproducción. Así, cuando estos coleópteros detectan la presencia de un depredador emiten la luz para asustarlo. Con la luz también logran atraer a termitas, mariposas u hormigas, sus alimentos preferidos.

Por último, la bioluminescencia posibilita la reproducción de estos insectos. Las hembras, carecen de alas y no pueden moverse mucho. Pero con la luz que emiten en su abdomen, pueden atraer a los machos, que sí que tienen alas y se desplazan.

En la actualidad, se conocen casi 2.000 subespecies diferentes de luciérnagas, cada una con alguna peculiaridad que la hace diferente. Los científicos han observado que las hembras de algunas especies son capaces de imitar los patrones de los centelleos amorosos de otras especies, para devorar a los incautos «romeos».

Plantas convertidas en luciérnagas
Hace algún tiempo un grupo de científicos de la Universidad de Stanford, después de estudiar concienzudamente a las luciérnagas, consiguió aislar el gen responsable de la reacción química productora de luz. No conformándose con eso, lo modificaron genéticamente y lo «trasplantaron» a una planta. Con este curioso experimento consiguieron que el vegetal resplandeciera en la oscuridad. Quizás en un futuro no muy lejano, gracias a las luciérnagas, dispongamos de avenidas con árboles refulgentes en lugar de farolas.

A pesar de que en los últimos años se ha puesto de moda acudir a ciertos restaurantes para degustar animales exóticos, las luciérnagas no corren ningún peligro. El motivo es que su sangre contiene lucibufagina, un tipo de esteroide con un sabor repugnante que la hace poco atractiva incluso para los paladares menos exigentes.

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