Si quieres vender o alquilar tu casa, entierra bien a los
muertos
En estos
momentos en que tantos jóvenes y no tan jóvenes se preparan para disfrutar de
una terrorífica noche de Halloween, queremos recordar cuál es el origen de
nuestra actual representación de fantasma con cadenas que aterroriza a los
vivos con su inquietante aspecto y no deja dormir con sus ruidos.
Cuenta Plinio el
Joven en una carta a su amigo Sura (Carta 7, 27) que había una casa en Atenas,
grande y profunda, en la que era imposible vivir, pues por la noche se oía
primero estrépito de cadenas y luego aparecía un anciano demacrado con larga
barba, cabello erizado, grilletes en los pies y cadenas en las manos que
agitaba provocando el espanto, el insomnio y aun la muerte. Por eso nadie
quería comprar la casa o alquilarla, hasta que llega a la ciudad el filósofo
estoico Atenodoro y, al enterarse del baratísimo precio del alquiler y sus
causas, decide quedársela y se instala en una habitación delantera con sus
útiles de escritura, mandando a los suyos a dormir a la parte interior.
Llegada la
noche y absorto Atenodoro en sus tareas intelectuales, comienzan los ruidos. Él
no se distrae, y el espectro se le planta delante, haciéndole una señal con el
dedo para llamar su atención. Atenodoro le indica con la mano que espere y
sigue a lo suyo. El fantasma redobla los ruidos y en ese momento el filósofo decide hacerle caso, coge un
candil y le sigue.
Al bajar al
patio de la casa, el espectro desaparece. Atenodoro señala el lugar en que esto
ha ocurrido y al día siguiente manda a buscar a los magistrados. Al cavar el
suelo encuentran los restos de un cadáver junto a los grilletes que le sujetaron en vida. Tras
reunirse los huesos y realizar un entierro pagado por el Estado, el fantasma
deja de aparecerse y la casa queda libre de su molesta presencia. Lista para
alquilar sin sorpresas.
Este episodio
fue muy conocido en el siglo XIX, y su influjo está claro en célebres
historias, como El fantasma de Canterville, de Oscar Wilde, o personajes como
el fantasma de Jacob Marley de Cuento de Navidad de Charles Dickens, por no
mencionar infinidad de películas que a todos nos vienen a la memoria y series
que encadenan a la audiencia una temporada tras otra.
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