V23_historia
mínima
UNA FAMILIA SINGULAR
Mujer delgada alta
y blanca
Vestida tal como
mis paisanas
Enterizo floreado
a flores
trenza rolla tendía la espalda
Arrugaba todo
terreno su cara
Sin embargo en la
estrechez
siempre
sonreía las mañanas
la doña, algo
chinita era
Vendía al lado de
nuestra venta
plátano de isla de
seda o palillo
Mi má le facilitó
escaso espacio
por ser de papá
familia cercana
Solía acarrear la canasta llena
y no se iba si
todo no vendía
Como único
accesorio tenía
una desplegable y
vieja silla
que usaba cuando
se cansaba;
Golpeaba la ristra
de plátano
-a la vez que
ofrecía al público-
con ruda macho de la fortuna
Su esposo alto
flaco como ella
Parecía atavío
lleno de hueso
como si no sabría de
hartazgo
Servía de cargador
de cesta
Lo traía del
Mercado mayorista
distante a un par
de cuadras
a los albores de
las mañanas
luego, sitiaba
parado tras ella
Parco, sin decir
una palabra
se ponía un saco
ya gastado
el corbatín y el
monóculo
y poníase a leer
todo del día
Prendido perchero parecía
por no decir un
buitre negro
que de vez, me
veía molesto
porque nuestra
venta más vendía
Dos hermanos el
tío tenía
curiosamente se le
parecían
misma flacura sintonizaban
todos de edad
avanzada
como si un
anatomista trazara
varias unidades de
esqueletos
igual, taciturnos,
delgaduchos
ni juntados hacían
empacho
Al acabar la
semana se reunía
parloteaban medias
voces
creían ostentar
pergaminos
a pesar
contrastable inopia
Tal vez porque
eran raza blanca
y sido (s)
autoridad en su país
y eso de vender
plátanos
era para no tomar
en cuenta
Vestían siempre
terno y corbata
infaltable
sombrero hongo
bastón y zapato
albinegro;
uno de ellos
hombre de mi tía
Eran como gente de
la realeza
cuando daban
saludo de manos
indulgentes,
perdonavidas
la mano querría se
las besara
Dentro de estos
rasgos, la doña
tenía un hijo,
contrariamente, gordo
por la mitad el
cabello partido,
En una entidad, cerca
trabajaba
A la madre a medio
día llegaba
Le conversaba un
buen rato
la madre le cedía
el asiento
Minúsculo para su
estampa
Bueno, dejaré la
semblanza
Pasado mucha agua
bajo el río
el hijo ha muerto,
hoy su velorio
y no puedo ir por
fiebre maldita
Por los cerros de
San Juan su casa
donde silba el
viento del mar
y mi mal me pueda
desplomar
No vaya ser le
escolte a su tumba
Con mis ojos de
niño le miraba
cuando joven a su
mama visitaba
Ora tiene la
mirada, seca, terrosa
seguro sigue a su
madre querida
Pero que sea esta
breve nota
un homenaje a él y
su familia
cuando de niño le
admiraba
guarda por siempre
mi retina.
__
jrosual
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