06 de Diciembre de 2015
Por: Lino Mamani A.
-¡Hilda se casará con un hippie!-corría el
rumor en la casa de los Gadea Acosta en 1954. Un exiliado militante
aprista que vivía en Guatemala se lo
había comentado a sus padres en Perú. Les contó que era un muchacho que viajó
al país centroamericano como mochilero y que llevaba el cabello largo y barba
crecida. Aquél aventurero era, entonces, un desconocido llamado Ernesto Guevara
La Serna.
Días antes, el matrimonio fue informado en
una misiva enviada por la propia Hilda. Los padres al leer la correspondencia
supieron escuetamente que el varón era un médico argentino. Se preocuparon. No
podían concebir la idea de que Hilda fuera a contraer nupcias tan pronto.
-Mis padres no se lo esperaban, estaban
sorprendidos y preocupados porque no conocían al hombre que se iba a casar con
su hija y ellos querían que fuera alguien preparado, como era ella- cuenta
Ricardo Gadea Acosta, el hermano menor de la peruana.
En aquel
año, todavía Ernesto no era el Che Guevara, uno de los íconos
revolucionarios de Latinoamérica. Y quizás no habría sido tan famoso, sin el
apoyo de Hilda en un momento crucial. La dama fue clave en la trascendencia que
luego alcanzó el socialista.
HACIA EL NORTE
En Argentina, Ernesto Guevara fue conocido
como “El Fuser” entre sus amigos de rugby. Era un estudiante de medicina.
Corría 1952, año que estaba lejos la
fama endosable que tendría luego. Todavía los jóvenes no pensaban en tatuarse su
rostro en el cuerpo, ni usaban polos con su imagen, tampoco se dejaban la
melena ni usaban boinas con estrella para imitarlo. Su rostro no se estampaba
en las banderolas de las barras bravas de los equipos de fútbol latinos y mucho menos se le
dedicaba poemas, canciones ni películas. Ernesto Guevara era solo un muchacho
asmático con ambiciones idealistas, quien decidió recorrer países de América
para conocer sus realidades sociales y
buscar alguna acción.
La travesía la realizó en motocicleta con
Alberto Granado. Dejaron Argentina para subir por Chile y llegar al Perú por
Tacna siguiendo por Cusco, donde
conocieron el maravilloso Machu Picchu, continuaron por Apurímac y entraron a Lima, allí se cruzaron con el
médico especialista en lepra, Hugo Pesce, quien recomienda a Fuser colaborar en
el leprosorio de San Pablo, en Amazonas. El Perú fue un país querido por el
argentino porque demostraba claramente las diferencias sociales. Tras cruzar
Colombia y Venezuela, el muchacho retorna a su país para terminar sus estudios.
En un segundo viaje, efectuado un año
después, Guevara retorna al Perú, luego
de ir a Bolivia. Siguió su ruta por Ecuador, fue allí donde escuchó que el
gobierno izquierdista de Jacobo Arbenz, en Guatemala, había implementado una
reforma agraria –afectando a la empresa United Fruit Company que tenía
extensiones de tierra- en la nación centroamericana que causaba curiosidad en
los demás izquierdistas que seguían el marxismo-leninismo. Guevara quería
conocer de cerca la aplicación y los resultados de esta medida socialista.
IDILIO REVUELTO
En su estadía en Guatemala conoció a Hilda,
una dama peruana que trabajaba para ese gobierno. Físicamente no era muy
atractiva; era robusta y de baja estatura. Pero lo que la hacía
interesante era su preparación y convicción idealista. En 1948, tuvo que abandonar el Perú porque la
dictadura de Manuel A. Odría la perseguía por ser aprista.
-Solo mi familia y algunos amigos sabíamos
que estaba asilada en Guatemala. Yo
tenía que guardar ese secreto y no contárselo a nadie –relata Ricardo
Gadea, ahora que todo pasó.
Hilda Gadea llevaba un destacado recorrido
político. Fue dirigente estudiantil de la Universidad de San Marcos y
representante de la juventud en el Apra. Era de profesión economista y contadora
y hablaba tres idiomas con facilidad. Sus conocimientos fueron importantes
para la formación ideológica del
argentino y su trascendencia en la Revolución Cubana.
Le enseñó a conocer a Mao Tse Tung y
presentó a una serie de amigos socialistas, como Harold White y revolucionarios
guatemaltecos, peruanos y también cubanos. Hilda debatía con él de las
interpretaciones de las obras de Marx, Lenin, José Carlos Mariátegui y otros
pensadores. Hilda se sentía atraída por Ernesto, quien por su acento fue apodado como el “Che” Guevara.
Pero ambos se alejaron por algún momento
cuando Gadea fue apresada tras un golpe de estado en contra de Arbenz, de parte
de una operación respaldada por la CIA. Al dejar la prisión, Hilda coincide con
el Che en México. Entonces, en la ciudad de Tepotzotlan, el 18 de agosto de
1955, se concreta su unión civil.
ETERNA MUERTE
En sus “Notas de viaje”, El Che Guevara dio
a entender que utilizaba a la peruana para tener dinero y satisfacer sus
placeres, pero logró embarazarla y traer al mundo a su primera hija, Hilda
Beatriz Guevara Gadea, “Hildita”, a quien de cariño le decía “Mi pequeña Mao”,
por sus ojos chinos.
Hilda, para entonces, ya lo había
presentado a Raúl y Fidel Castro, los
hermanos cubanos líderes del Movimiento 26 de Julio, que buscaba la revolución.
Ernesto le cayó bien a Fidel y fue llevado al enfrentamiento en Sierra Maestra,
como médico en contra del llamado imperialismo yanqui.
Mientras Guevara estaba en Cuba apoyando a
la causa, Hilda visitó a sus suegros en Argentina y retornó a Perú, desde donde
respaldaba la lucha de la isla. Este alejamiento trajo consecuencias para el
matrimonio. Ernesto había sido infiel.
“Desde la primavera de 1958, el Che tenía
una amante, la joven guajira Zoila Rodríguez. Joel Iglesias, el adolescente
protegido del Che, fue testigo del fulminante enamoramiento. «En Las Vegas de
Jibacoa, el Che se encontró con una muchacha negra, o más bien mulata, de un
cuerpo muy hermoso, que se llama Zoila, y le simpatizó muchísimo. Muchas mujeres
se volvían locas por él, pero en ese sentido fue muy estricto y respetuoso, sin
embargo, le gustó aquella joven», escribió en su libro “Che Guevara, una vida
revolucionaria”, el periodista norteamericano Jon Lee Anderson. Un año después
se divorciaron.
En sus memorias “Mi vida con el Che”, Hilda
Gadea recordaría que luego ella retorna a Cuba y, casi por obligación, Guevara
tuvo que acercarse a ellas y sentía la sensación de ser unos extraños. El
combatiente ya estaba con Aleida March.
La carrera como líder estaba tomando fuerza
para el Che, quien fue encargado de convocar a los jóvenes que luchen por sus
propósitos. Uno de ellos fue Ricardo Gadea, hermano de Hilda, quien se enroló
en la guerrilla. “Quería conocer de cerca la revolución. Con el Che tuvimos una
buena relación”, recuerda ahora el excombatiente, quien visitó recientemente
Arequipa.
-Jugamos ajedrez un día y ambos éramos
habilidosos. La contienda se prolongó tanto que no terminamos la partida,
refirió. Decía que le recordaba a su hermano menor.
Guevara no paró en sus propósitos y destacó
en la Revolución Cubana. Luego formó una guerrilla para hacer lo mismo en
Bolivia, entre 1966 y 1967, donde finalmente fallece en un enfrentamiento.
Hilda murió de cáncer a la mama en 1974 y
su hija falleció en 1995 de un cáncer al cerebro. Sus restos están enterrados
en el panteón de los Héroes de Cuba. Lugar al que Ricardo Gadea vuelve para visitarlos cada vez que
puede.
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