El
Everest está salpicado de cadáveres. Casi 300 personas han muerto en el Everest en el siglo
transcurrido desde que los montañistas han buscado alcanzar su cima. Al meno
100, quizás 200, siguen en la montaña. La mayoría oculta en grietas profundas o
cubierto por nieve y hielo, pero algunos son visibles para quienes pasan cerca.
Los
cuerpos se han vuelto hitos, con todo y sus botas pesadas de alpinismo y parkas
cuyos colores se han desvanecido por el tiempo. Los cadáveres más famosos tienen
apodo - “Botas verde”, “Bella Durmiente”, “El alemán”- convirtiéndose en advertencia
de los peligros en la ascensión de la montaña
de 8.850 metros de altura.
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